jueves, 14 de marzo de 2013

EL SUEÑO DEL PERGAMINO

BAJO EL CAUCE POR EL QUE FLUYE LA HISTORIA, un sueño parece haber resistido al desgaste del tiempo y al implacable proseguir de las generaciones. Mirad el envejecido pergamino de este código renacentista, mirad sobre la página estas xilografías que nos devuelven a la juventud de un milenio apenas espirado. Veréis a los asnos cabalgar y sofocarse alegremente en la comida a los hambrientos de siempre, veréis las coronas pisoteadas, veréis el fin del mundo o mejor todavía, el mundo al revés. Aquí está pues, ese sueño, aquí está al desnudo lo que se cuenta en una incisión de hace quinientos años: matar el mundo para poderlo aferrar, robárselo a Dios para hacerlo nuestro y plasmado finalmente con nuestras propias manos. Las épocas, más tarde, han ido prestándoles un hábito siempre a la moda. Se ha vestido de campesino durante las insurrecciones medievales y de blouson noir en el Mayo francés, de minero asturiano en la revolución del 34 y de tejedores ingleses en los tiempos en que los primeros telares industriales eran destruidos con rabiosos golpes de maza. Las ganas de derrumbar el mundo han aflorado cada vez que los explotados han sabido percibir los hilos que les ligan entre sí, hilos que en cada época han sido rotos y reanudados por diferentes formas de explotación. Son estas formas, de hecho, las que de cualquier manera "organizan" a los explotados: concentrándoles bien en las fábricas o en los barrios, en los guetos metropolitanos o frente a las oficinas del Inem, imponiéndoles condiciones de vida símiles y similares problemas que afrontar cada día. Parémonos un momento a desenterrar el fondo de nuestras memorias y pasemos lista a las historias de nuestros padres. La fábrica en la niebla o el sudor en los campos quemados por el sol, el tormento de una ocupación colonial que te roba los frutos de la tierra o el ritmo cada vez más frenético de una prensa que, en cualquier Estado "comunista", promete para un mañana que no llega nunca liberarnos de la explotación. En cada una de estas imágenes de nuestro pasado podemos asociar las diferentes maneras de estar junto a los explotados y por tanto, las bases concretas de esas luchas que han querido derrumbar el mundo y suprimir la explotación.
Hoy que, incluso hijos de memorias y revueltas tan diferentes, nos encontramos hombro con hombro, ¿cuál es el hilo que nos une?; y mientras tanto, ¿qué nos ha traído hasta aquí desde el Magreb o desde el Este, desde Asia o desde el corazón de África? ¿Por qué incluso quien ha pisado siempre esta misma tierra no la reconoce ahora y la encuentra tan diferente de aquella de la memoria?.

Un planeta irreconocible.
Si leemos con atención la historia de estos últimos treinta años podemos individuar una línea de desarrollo, una serie de modificaciones que han perturbado el planeta. Esta nueva situación viene llamada comúnmente "globalización de la economía". No se trata de datos definitivamente adquiridos, sino de cambios que todavía están en curso - con ritmos y peculiaridades diversas para cada pueblo particular - y que nos dejan el espacio para aventurar cualquier previsión. Pero evitemos inmediatamente un lugar común sobre la "globalización". La tendencia del capital a buscar su escala planetaria mercantil por conquistar y mano de obra a bajo coste, siempre ha estado presente, ciertamente esto no es una novedad. Han cambiado los instrumentos para hacerlo: gracias al desarrollo de la tecnología, el capital puede realizar esta tendencia con ritmos y consecuencias inimaginables hasta hace algunos años. No existe, por tanto, un punto de fractura entre el viejo capitalismo y el actual, ni ha existido jamás un capitalismo "bueno" que se desarrolla predominantemente sobre bases nacionales y al cuál se necesitaría retornar - como dan a entender, por el contrario, tantos adversarios del neoliberalismo -. Desde 1973, fecha que marca convencionalmente el inicio del "ciclo de la informática" hasta hoy, el capital en nada ha cambiado su naturaleza, no se ha vuelto más "malo". Simplemente tiene más armas y tanto más potentes como para dejar irreconocible el planeta. Por comodidad de análisis, podemos probar a leer este proceso a través de los cambios que han sufrido tres diferentes áreas geográficas: los países excoloniales, aquellos apenas salidos de regímenes supuestamente comunistas y los occidentales.

Los hijos no deseados del Capital.
Como es sabido, la independencia de las antiguas colonias no ha resuelto en absoluto las relaciones con los propios colonizadores; en la mayor parte de los casos, por el contrario, simplemente las ha modernizado, aunque después de atormentados sobresaltos. Si la antigua explotación colonial miraba sobretodo al acaparamiento de materias primas a bajo coste que venían después manufacturadas en occidente, a partir de entonces, fases enteras de la producción industrial han sido implantadas en los países más pobres, aprovechando el bajísimo coste de mano de obra; tan bajos como para cubrir los gastos de transporte de las materias primas, maquinarias, productos elaborados y los costes de financiamiento a los regímenes locales, garantes del orden público y de la regularidad de la producción. Durante largos años los capitales occidentales han invadido estos países, modificando profundamente el tejido social. Las antiguas estructuras agrícolas han sido destruidas para dejar espacio a la industrialización, los vínculos comunitarios reducidos, las mujeres proletarizadas. Una inmensa cantidad de mano de obra arrancada de la tierra se ha reencontrado - justo como en la Europa del siglo pasado - vagando en los suburbios a la búsqueda de un trabajo. Esta situación encontraba una cierta aunque tremenda estabilidad, hasta que las industrias manufactureras implantadas por los occidentales han podido absorber una parte consistente de esta mano de obra. Pero en un momento dado, una a una estas industrias han comenzado a cerrar. Allí arriba en el norte algo había cambiado: la fuerza de trabajo occidental era de nuevo concurrencial con aquella del sur del mundo. Muchas industrias han cerrado pero han quedado estos nuevos proletarios, tantos e inútiles.

Al Este, la situación no es mejor, los regímenes supuestamente comunistas han dejado tras de sí el desierto, el aparato productivo - enorme y obsoleto - ha quedado en herencia a los viejos burócratas locales y al capital occidental. Así, los hijos y los nietos de aquellos explotados que, aparte de la esclavitud semanal del trabajo asalariado, han tenido que sufrir también la retórica dominical de las «cocineras al poder» y del internacionalismo proletario, se han encontrado parados de nuevo: cada reestructuración industrial, lo sabíamos, requiere despidos. Como ya había sucedido con las ex-colonias, cada país occidental se ha repartido las zonas de influencia económica y política en los países del difunto Pacto de Varsovia y ha transferido allí, aquella parte de la propia producción a más alto consumo de mano de obra. Pero la gran cantidad de explotados convertidos en inútiles para los explotadores, es una gota en el mar que permanece enorme. Tanto en el Este como en el Sur, el chantaje de la deuda externa ejercido por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, ha acelerado de manera decisiva estos procesos.
Así es que desde el Sur hasta el Este, comienza la larga marcha de estos hijos no deseados del capital, de estos indeseables. Pero a quien se quede en casa no le espera una suerte mejor. Para aquellos que eligen la vía de la emigración les esperan nuevas y siempre más sangrientas guerras tras la esquina, porque las turbulencias sociales provocadas por tan grandes e imprevistos cambios, a menudo vienen enmarcadas en los discursos étnicos y religiosos; para los que se quedan, la única certeza es la miseria y el desposeimiento. Toda añoranza es vana.

Hasta anteayer.
Mientras tanto, ¿qué ha sucedido en occidente? Aunque menos brutal, el cambio ha sido paralelo al del resto del mundo. Las grandes plantas industriales que empleaban a una parte considerable de los explotados y que durante muchísimos años han determinado la fisonomía de las ciudades - y por tanto la mentalidad, el modo de vivir y de rebelarse de los mismos explotados - han desaparecido. En parte, porque han sido transferidas - como hemos visto - a los países más pobres y en parte, porque ha sido posible despedazar las y redistribuirlas por el territorio. A través del desarrollo de la tecnología, los procesos productivos no sólo han sido progresivamente automatizados, sino que también, se han vuelto más flexibles y adaptados al intrínseco caos del mercado. En otro tiempo, el capital necesitaba obreros depositarios de los conocimientos y las manualidades necesarias para conducir, mas o menos autónomamente, un segmento del proceso productivo; y por tanto también de los obreros que permanecían toda la vida en la misma fabrica, haciendo las mismas cosas. Ahora ya no. Los conocimientos requeridos son cada vez más bajos e intercambiables, no hay una acumulación de saber, cualquier trabajo es igual a otro. El viejo mito del "puesto fijo" ha sido suplantado por la ideología de la flexibilidad, es decir, de la precariedad y de la erosión de las viejas garantías: es necesario saberse adaptar a todo, también a los contratos semanales, a la economía clandestina o a la expulsión definitiva del contexto productivo. Estos cambios son comunes a todo Occidente, pero en algunas zonas han sido tan veloces y radicales que el coste global del trabajo se ha vuelto compatible con el del Sur y el Este del mundo. Así es como se han determinado, tanto ese retorno de los capitales que habían desestabilizado las economías de los países más pobres, dando paso a las guerras y a las migraciones en masa, como la degradación de las condiciones materia- les de vida de los explotados occidentales.

Las revueltas por venir.
Está claro que el cambio en Occidente, aunque violento, es amortiguado en parte por lo que queda del viejo Estado "social" y sobre todo, por el hecho de que gran cantidad de precarizados occidentales son hijos de los viejos proletarios y por tanto gozan indirectamente, a través de las familias, de las viejas garantías. Bastará dejar pasar sin embargo, una generación y la precariedad se transformara en la condición social más difusa. Por ello nosotros, hijos del viejo mundo industrial, seremos económicamente cada vez más inútiles, unidos de hecho a la multitud de indeseables que desembarcan en nuestras costas. Con el transcurso de los años y la estabilización de esta situación, perderán significado todos esos movimientos que intentan dar sostén desde el exterior a una parte circunscrita de marginados - clandestinos, parados, precarios, etc. - porque las condiciones de explotación serán símiles para todos, abriendo las puertas de par en par hacia luchas realmente comunes. He aquí finalmente al descubierto el hilo que a todos nos une, explotados de miles de países, herederos de tan diferentes historias: el capital mismo ha reunificado en la miseria a las familias perdidas de la especie humana. La vida que se nos diseña en el horizonte será vivida comúnmente bajo el marco de la precariedad. Estas son las modernas bases sociales para los antiguos sueños de libertad, cuidadosamente preparadas por el progreso de la explotación, he aquí el lugar de las próximas revueltas.

ANTES DE UNA NUEVA MURALLA CHINA.
Las perturbaciones sociales que han vuelto irreconocible el planeta nos evidencian una constante: el capital sigue un doble movimiento. Por un lado, desmembra todo un tejido social que opone resistencia a su expansión; por otro lado, reconstruye las relaciones entre los individuos según sus exigencias. Toda transformación económica se acompaña siempre de una transformación social, pues la manera en la que mujeres y hombres son explotados modifica su forma de estar juntos y por lo tanto de rebelarse. En este sentido, el provecho y el control social representan dos finalidades de un único proyecto de dominación. Después de haber destruido las comunidades tradicionales y sus formas de solidaridad, el capital ha comenzado a desmantelar la unidad social que él mismo había creado a través de la industrialización de masas. Y esto, no solamente para desviar la resistencia obrera que la infraestructura de la fábrica “organizaba” involuntariamente, sino también porque los capitalistas vivían como una contradicción la necesidad de recurrir al proceso productivo para hacer dinero. La servidumbre de la ciencia respecto del capital y las transformaciones tecnológicas consecuentes, han permitido una nueva expansión económica y social. La valorización -la transformación de la vida en mercancía- abolió para siempre las barreras del tiempo y del espacio con el fin de liberarse de toda base material fija. En este sentido, la realidad virtual (el llamado ciberespacio, la red cibernética mundial) representa su condición ideal. Una vez más se trata de un doble movimiento: si la valorización anula las relaciones hostiles a la circulación del saber-capital y los hombres-recursos, reconstruye por otra parte y al mismo tiempo, las relaciones sociales bajo el signo de lo virtual (a través de los simulacros de relación humana y de los narcóticos electrónicos).

Todo esto presupone un proceso de formación de un “hombre nuevo” capaz de adaptarse a condiciones de vida cada vez más artificiales. En el momento en que la economía se extiende a todas las relaciones sociales, incorporando todo el proceso vital de la especie humana, su última utopía no puede ser sino la pura circulación de valor que se valoriza: dinero que produce dinero. Paralelamente, después de su expansión por todo el espacio social, la última frontera del capital, su último territorio de conquista no puede ser sino su enemigo por excelencia: el cuerpo humano; he aquí la razón del desarrollo de las biotecnologías y de la ingeniería genética. Sin entrar en aspectos particulares de esta guerra contra lo vivo, es importante subrayar el rol fundamental de la tecnología. Por tecnología no entendemos en modo genérico el “discurso racional sobre la técnica”, ni tampoco ninguna prótesis de las capacidades humanas; recorriendo la propia historia del uso de este concepto, nos parece más correcto definirlo como la aplicación de la técnica avanzada a la producción industrial masiva, en el momento en que la investigación científica se fusiona con el aparato militar (los años cuarenta). Se trata de aquel proceso que, partiendo de la industria nuclear y aeronáutica, pasando por los materiales plásticos, la antibiótica y la genética, desembocó en la electrónica, en la informática y en la cibernética. La aplicación industrial de las técnicas más modernas avanza a la par que los conocimientos especializados - en biología molecular, en química, en física, etcétera - y que la ideología del progreso, que es la justificación de todo ello. Este proceso, que comienza durante la segunda guerra mundial, es inseparable del conflicto de poder entre los Estados, los verdaderos organizadores de la sociedad industrial. El desarrollo de un saber y de una técnica siempre más incontrolables levanta un muro cada vez más alto entre el productor y el objeto que éste fabrica, entre la máquina y su capacidad de controlarla. Esta situación le desposee al mismo tiempo, de toda autonomía material y de la consciencia de una posible expropiación (arrancarles de las manos a los amos los instrumentos técnicos y productivos para un uso libre y compartido). En esta doble desposesión y no en la “iniquidad neoliberal” se encuentra la fuente de nuestras vidas precarizadas y artificiales. Si el capital se ha difundido por todo el territorio; si la expropiación de las técnicas especializadas es imposible (puesto que son inutilizables desde el punto de vista revolucionario, o simplemente humano); si ya no existe centro productivo (la Fábrica) al cual oponer una organización central (partidos o sindicatos) con su pretendido sujeto histórico, entonces no queda sino el arma proletaria por excelencia: el sabotaje; queda solamente el ataque anónimo y generalizado contra las estructuras de la producción, del control y de la represión. Sólo así será posible oponerse al doble movimiento del capital, obstaculizando la atomización brutal de los individuos e impidiendo al mismo tiempo, la construcción del “hombre nuevo” de la cibernética, antes de que los muros sociales que deberían hospedarlo estén completamente terminados.

UNA HIDRA DE DOS CABEZAS.
Entre los demócratas radicales y el “pueblo de la izquierda”, son muchos ahora ya en atribuir al Estado un rol puramente decorativo en las decisiones tomadas sobre nuestra piel. Se define, en suma, una jerarquía mundial cuyo vértice es representado por las grandes potencias financieras y las multinacionales y en su base, cada uno de los Estados nacionales convertidos en ayudante, en meros ejecutores de inapelables decisiones. Esto conduce a una ilusión que está teniendo las peores consecuencias. Son muchos en efecto, los que tratan de imponer a las luchas, que se desarrollan en todo el planeta contra aspectos concretos de la “globalización”, un giro reformista y de algún modo nostálgico: la defensa del “buen” viejo capitalismo nacional y paralelamente, la defensa del viejo modelo de intervención del Estado en la economía. Ninguno observa, sin embargo, que la teoría ultra-liberal tan a la moda en estos tiempos y aquella keynesiana, de moda hasta hace algunos años, proponen simplemente dos formas distintas de organizar la explotación, pero sin ponerla nunca en discusión.

Cierto, no se puede negar que en el actual estado de cosas toda nuestra vida venga determinada en función de necesidades económicas “globales”, pero esto no significa que la política haya perdido su nocividad. Pensar en el Estado como en una entidad ahora ya ficticia, o exclusivamente como en un regulador de la explotación y de los conflictos sociales, es cuando menos limitante. El Estado es un capitalista entre los capitalistas y entre estos, cumple las funciones vitales para todos los otros. Su burocracia, sin embargo, ligada pero no subordinada a los cuadros de empresa, tiende sobretodo a reproducir el propio poder.

El estado prepara el terreno al capital, desarrollándose a sí mismo simultáneamente. Son las estructuras estatales las que permiten el progresivo abatimiento de las barreras del tiempo y el espacio, - condición esencial de la nueva forma de dominio capitalista - poniendo a su disposición, territorios, fondos de inversión e investigación. La posibilidad de transportar cada vez más rápidamente las mercancías, por ejemplo, viene dada por el desarrollo de las redes de carreteras, de la alta velocidad ferroviaria, del sistema de puertos y de aeropuertos: sin estas estructuras que son organizadas por los Estados, la “globalización”, no sería siquiera pensable. Del mismo modo, las redes informáticas no son otra cosa que un nuevo uso de los viejos cables telefónicos: cada innovación en el sector (comunicaciones vía satélite, fibra óptica, etc.), es protegida por la estructura estatal. Por tanto, así es como se satisface también la otra necesidad básica de la economía mundializada, la posibilidad de hacer viajar datos y capitales en pocos instantes. También desde el punto de vista de la búsqueda, de la continua modernización de las tecnologías, los estados tienen un rol central. Desde la nuclear a la cibernética, desde el estudio de los nuevos materiales a la ingeniería genética, desde la electrónica hasta las telecomunicaciones, el desarrollo de la potencia técnica está ligado a la fusión del aparato industrial y científico con el militar.

Como es sabido, el capital tiene necesidad de reestructurarse de vez en cuando, o sea de cambiar instalaciones, ritmos, calificaciones y por lo tanto, también las relaciones entre los trabajadores. A menudo estos cambios son tan radicales (despidos en masa, ritmos infernales, drásticas reducciones de garantías...) como para poner en crisis la estabilidad social y requerir, obligatoriamente, intervención de tipo político. A veces las tensiones sociales son tan fuertes, la policía sindical tan impotente y las reestructuraciones tan imperiosas, como para no sugerir a los Estados otra posibilidad que la guerra. A través de la guerra, no solo se dirige la rabia hacia enemigos ficticios (“diferentes” por etnia o religión, por ejemplo), sino que además se logra revitalizar la economía: la militarización del trabajo, las partidas de armas y la bajada de los salarios hacen rentar al máximo los restos del viejo sistema industrial, mientras las destrucciones generalizadas hacen sitio a un aparato productivo moderno y a nuevas inversiones extranjeras. Para los indeseables -tantos explotados inquietos- se agudiza la intervención social del Estado: la exterminación.

Una de las características de nuestro tiempo, es el ascendente flujo masivo de migración hacia las metrópolis occidentales. Las políticas de inmigración -en cada uno de sus extremos, alternándose legitimaciones y cierres de fronteras- no son determinadas por un presunto buen corazón de los gobernantes, sino desde la tentativa de gestionar una situación cada vez más indigerible y al mismo tiempo, sacarle provecho. Por un lado, no es posible cerrar herméticamente las fronteras y por otro, un pequeño porcentaje de emigrantes es útil -especialmente clandestinos, luego más expuestos al chantaje - porque representa un buen depósito de mano de obra a bajo coste. Pero la clandestinidad de masas crea turbulencias sociales que son difícilmente controlables. Los gobiernos deben navegar entre estos datos y necesidades, de ello depende el buen funcionamiento de la máquina económica.

Así como el mercado mundial unifica las condiciones de explotación sin eliminar la concurrencia entre capitalistas, del mismo modo existe una potencia pluriestatal que todavía no cancela la competitividad entre cada uno de los gobiernos. Los acuerdos económicos y financieros, las leyes sobre flexibilidad laboral, el rol de los sindicatos, la coordinación de ejércitos y policías, la gestión ecológica de la contaminación o la represión de la disidencia, viene definido, todo ello, a nivel internacional (aunque la puesta en práctica de estas decisiones compete aún a cada gobierno). El cuerpo de esta Hidra son las estructuras tecnoburocráticas. Las exigencias del mercado, no sólo se han fusionado con las del control social, sino que utilizan además las mismas redes. Por ejemplo el sistema bancario, el de aseguración, el sanitario y el policial se intercambian continuamente sus propios datos. La omnipresencia de tejidos magnéticos representa un fichero generalizado de los gustos, compras, desplazamientos, hábitos. Todo ello bajo los ojos de las cada vez más difundidas telecámaras y por medio de teléfonos celulares que aseguran la versión virtual y también, el mismo archivo de una comunicación humana que no existe.

Más o menos Neoliberal, la intervención del Estado tanto en el territorio como nuestras propias vidas es cada vez más profunda y no puede ser separada de las estructuras de producción, distribución y reproducción del capital. La presunta jerarquía de poder entre las multinacionales y los Estados no existe, porque son a un mismo tiempo parte de aquel único cuerpo inorgánico que está llevando la guerra, a la autonomía de la humanidad y a la vida de la Tierra.

FRATERNIDAD EN LA ABYECCIÓN.
En 1984 de George Orwell, libro que no hace sino confirmar un siglo de totalitarismo, se encuentra la descripción de dos culturas completamente separadas en el interior de la sociedad: la de los funcionarios del Partido y la de los proletarios (como son definidos los excluidos de la ciudadela burocrático-socialista y de su ideología). Los funcionarios tienen palabras, gestos, valores e incluso una consciencia totalmente diferente de la de los proletarios. Entre unos y otros ninguna comunicación es posible. Los proletarios no se revuelven contra el Partido simplemente porque ignoran su naturaleza así como su localización concreta: no se puede combatir algo que no se comprende y que se ignora. Los funcionarios olvidan sistemáticamente -una amnesia selectiva que Orwell llama “doble pensamiento”- las mentiras sobre las cuales fundan su adhesión a la dominación sobre el tiempo y sobre los hombres. La especialización de la actividad (es decir, su parcialización y su repetición incesante) está enteramente al servicio de los dogmas del Partido, el cuál se presenta como ciencia infalible de la totalidad histórica y social. Es por ello que existe necesidad de un control absoluto del pasado, con el fin de gobernar el futuro.

Si se cambian algunos nombres se verá que esta separación de clase, basada sobre una separación culturalmente clara, representa precisamente la tendencia de la sociedad en la que vivimos. Los funcionarios del Partido son hoy los tecnoburócratas de la máquina económico-administrativa, en la cual se funda el aparato industrial, la investigación científica y tecnológica, el poder político, mediático y militar. Los proletarios orwellianos son los explotados librados -por el capital- de esas funestas ilusiones que fueron todos los programas de clase; precarizados en el trabajo como en todo lo demás, están desposeídos de lo que es cada vez más necesario para el funcionamiento de la máquina social: el saber tecnológico. Así es como se ven abocados a una nueva miseria, la de quien no desea más que una riqueza que ni siquiera comprende. La separación tecnológica: he aquí la nueva muralla china que los explotadores están construyendo en nombre de la lucha contra el Enemigo -cuando sin embargo, éste es el capataz de la obra-.

La ciudadela del Partido es hoy la de las tecnologías informáticas, su Ministerio de la Verdad son los mass-media; sus dogmas tienen todos el dulce sonido de la incertidumbre. De las multinacionales al sistema bancario, de las nucleares a los ejércitos, dos son las bases de la tecnoburocracia: la energía y la información. Quien las controla, controla el tiempo y el espacio.

Fuera de la masa de técnicos-obreros sin calificación, los poseedores del saber altamente especializado son cada vez menos numerosos; sin embargo, somos todos portadores de las consecuencias de este saber -en primer lugar, del empobrecimiento de las palabras y de las ideas-. Hacernos sentir responsables del desastre que ellos producen cotidianamente, es justamente la intención de los tecnoburócratas y de sus periodistas: el nosotros que nos dirigen sin cesar es la fraternidad en la abyección. Nos invitan a discutir de todos los falsos problemas, nos conceden el derecho de expresarnos después de habernos sustraído la facultad de hacerlo. Es por lo que toda ideología de la participación democrática (combatir la “exclusión” es el programa de izquierda del capital) no es sino complicidad en el desastre. Justo como en 1984, los proletarios actuales tienen un saber, una memoria y un lenguaje separados de los del partido; y no es sino sobre la base de esta separación, que tienen del derecho y el deber de participar. La diferencia es que para Orwell sólo los no funcionarios tienen acceso a un pasado -lugares, objetos, canciones, etc.- que no está totalmente borrado; y esto porque todavía mantienen lazos sociales, aunque sea a la sombra de las bombas. ¿Pero qué queda de esos vínculos cuando el Partido (es decir, el sistema estatal-capitalista) se apropia completamente de la vida social?. He aquí porqué en estas páginas sobre los indeseables se habla también de tecnología; una crítica del progreso tecnológico que abandona el discurso de clase, nos parece tan parcial como una crítica de la precariedad que no se enfrenta en los nuevos territorios de la desposesión técnico-científica.

La división en dos mundos que están construyendo podría quitar todo sentido a la revuelta: ¿cómo desear otra vida cuando toda huella de vida auténtica haya desaparecido?.

lunes, 4 de marzo de 2013

Salviano

Mientras tanto, los pobres, las viudas y los huérfanos, despojados y oprimidos, habían llegado a tal extremo de desesperación que muchos, que pertenecían a familias conocidas y habían recibido una buena educación, se veían obligados a buscar refugio entre los enemigos del pueblo romano para no ser víctimas de injustas persecuciones. Iban a los bárbaros en busca de la humanidad romana, puesto que no podían soportar entre los romanos de la inhumanidad bárbara. Aunque resultaban extraños por sus costumbres e idioma a los bárbaros, entre quienes se refugiaban, y aunque les chocaba su bajo nivel de vida, a pesar de todo, les resultaba más fácil acostumbrarse a las costumbres bárbaras que soportar la injusta crueldad de los romanos. Se ponían al servicio de los godos o los baguadas y no se arrepentían, pues preferían vivir libremente con el nombre de esclavos que ser esclavos manteniendo sólo el nombre de libres.

PRimer manifiesto surRelista

Tanta fe se tiene en la vida, en la vida en su aspecto más precario, en la vida real, naturalmente, que la fe acaba por desaparecer. El hombre, soñador sin remedio, al sentirse de día en día más descontento de su sino, examina con dolor los objetos que le han enseñado a utilizar, y que ha obtenido al través de su indiferencia o de su interés, casi siempre al través de su interés, ya que ha consentido someterse al trabajo o, por lo menos no se ha negado a aprovechar las oportunidades... Lo que él llama oportunidades! Cuando llega a este momento, el hombre es profundamente modesto: sabe cómo son las mujeres que ha poseído, sabe cómo fueron las risibles aventuras que emprendió, la riqueza y la pobreza nada le importan, y en este aspecto el hombre vuelve a ser como un niño recién nacido; y en cuanto se refiere a la aprobación de su conciencia moral, reconozco que el hombre puede prescindir de ella sin grandes dificultades. Si le queda un poco de lucidez, no tiene más remedio que dirigir la vista hacia atrás, hacia su infancia que siempre le parecerá maravillosa, por mucho que los cuidados de sus educadores la hayan destrozado. En la infancia la ausencia de toda norma conocida ofrece al hombre la perspectiva de múltiples vidas vividas al mismo tiempo; el hombre hace suya esta ilusión; sólo le interesa la facilidad momentánea, extremada, que todas las cosas ofrecen. Todas las mañanas los niños inician su camino sin inquietudes. Todo está al alcance de la mano, las peores circunstancias materiales parecen excelentes. Luzca el sol o esté negro el cielo, siempre seguiremos adelante, jamás dormiremos. Pero no se llega muy lejos a lo largo de este camino; y no se trata solamente de una cuestión de distancia. Las amenazas se acumulan, se cede, se renuncia a una parte del terreno que se debía conquistar. Aquella imaginación que no reconocía límite alguno ya no puede ejercerse sino dentro de los límites fijados por las leyes de un utilitarismo convencional; la imaginación no puede cumplir mucho tiempo esta función subordinada, y cuando alcanza aproximadamente la edad de veinte años prefiere, por lo general, abandonar al hombre a su destino de tinieblas. Pero si más tarde el hombre, fuese por lo que fuere, intenta enmendarse al sentir que poco a poco van desapareciendo todas las razones para vivir, al ver que se ha convertido en un ser incapaz de estar a la altura de una situación excepcional, cual la del amor, difícilmente logrará su propósito. Y ello es así por cuanto el hombre se ha entregado, en cuerpo y alma al imperio de unas necesidades prácticas que no toleran el olvido. Todos los actos del hombre carecerán de altra, todas sus ideas, de profundidad. De todo cuanto le ocurra o cuanto pueda llegar a ocurrirle, el hombre solamente verá aquel aspecto del conocimiento que lo liga a una multitud de acontecimientos parecidos, acontecimientos en los que no ha tomado parte, acontecimientos que se ha perdido. Más aún, el hombre juzgará cuanto le ocurra o pueda ocurrirle poniéndolo en relación con uno de aquellos acontecimientos últimos, cuyas consecuencias sean más tranquilizadoras que las de los demás. Bajo ningún pretexto sabrá percibir su salvación.

Teoría de los medios soberanos.

"Te doy la señal" DFM * En esta era de sobreproducción mediática, la inmunidad informativa es una cuestión de vida o muerte. Cuando el mecanismo de defensa falla e impresiones extrañas apabullan al consumidor, el fin parece cercano. Para frenar la indiferencia paralizadora se receta una dieta rica en medios. La presión a que se somete a los ciudadanos del planeta para que transformen continuamente su imagen del mundo y pongan en funcionamiento innovaciones técnicas les coloca en una situación de permanente inseguridad. El afán por crear desaparece y sólo somos capaces de reaccionar ante el abrumador espectro de posibilidades. La información ya no es un estímulo para el interés sino una avalancha hostil, una amenaza física. Del intercambio a la supresión: la comunicación está acechando la existencia en estado puro. Se acabó la inocencia de los medios. Tras el crecimiento descontrolado de los ochenta vendrá un periodo de estancamiento. La propagación de una mentalidad de moderación presagia este estancamiento. Se nos está haciendo ver desde todos los ángulos que debemos dejar de manejar información e imágenes de modo irresponsable. Por ello los medios de comunicación y el tráfico de datos, al igual que otros sectores de la sociedad occidental, deben rendirse a los dictados de la ecología en su presentación de la información. El medio ambiente es algo más que plantas y animales en peligro, es una mentalidad que, con conceptos abstractos como "conservación" y "reciclaje", considera la esfera artificial de los medios como una tercera o cuarta naturaleza. Se impone el estado de vigilancia ante la posibilidad de contaminación innecesaria o de desperdicio incontrolado. Los usuarios concienciados de los medios encuentran un "equilibrio natural" entre la recepción y la transmisión de información. Tras la euforia de entrar en contacto con las nuevas tecnologías, estos usuarios buscan un equilibrio entre el entorno inmaterial, que evoca mundos imaginarios, y el biográfico, donde habita nuestra propia carne. Este equilibrio se considera necesario para proteger a los pioneros de la tierra de la información (que trabajan en la "frontera electrónica") del mono de la adicción. Tras el éxtasis característico de la fase de emancipación percibimos un sentimiento de insatisfacción hacia la tecnocultura y es posible que estos pioneros estén buscando una salida destructiva. Demasiado a menudo las grandes expectativas se convierten en grandes decepciones que inspiran el odio hacia el mecanismo. Deleuze y Guattari llamarían a esta nausea inesperada que surge en quienes se han dejado llevar por la riada de signos sencillamente "antiproducción". ¿En qué consiste el "drama de las comunicaciones" (adaptación libre de Alice Miller), en que de momento sólo recibamos señales y no enviemos ninguna como respuesta o, por el contrario, que arrojemos demasiada información al mundo sin apenas recibir nada a cambio? Entre los trabajadores de la información está surgiendo una sensación de vacío y sin sentido, que sólo puede compensarse temporalmente con la introducción de nuevo software y hardware. * Los medios soberanos se aíslan de la hipercultura. No buscan conexión, se desconectan. Este es su punto de partida, desde el que se realiza nuestro lanzamiento. Los medios abandonan la superficie mediática y ponen en órbita la red multimedia como si se tratase de satélites.Estos autodidactas de la técnica se encierran en mónadas construidas por ellos mismos: "unidades indivisibles" de tecnologías introvertidas que, como una habitación sin puertas ni ventanas, desean negar la existencia del mundo. Este acto es una negación de la máxima "Estoy conectado, luego existo" y no oculta ni el más mínimo deseo de volver a la naturaleza. Los trabajadores no critican los barrocos entornos de información, ni los sienten como una amenaza; los consideran materiales listos para usar cuando lo deseen. Actúan más allá de lo limpio y lo sucio, en un sistema de basuras controlado por un caos purasangre. Su búsqueda despreocupada por los archivos universales de los medios no es una estrategia de dirección para sacudir la creatividad atascada. Estos medios negativos no admiten ser definidos en términos positivos y no sirven para nada. No reclaman la atención de nadie y no enriquecen el paisaje mediático actual. Una vez que se desligan de todo contexto significativo, pasan a trompicones de una colección de audio y vídeo a la siguiente. Las conexiones se multiplican autónomamente generando un espacio sensorial tan relajante como desasosegador. Este enredo jamás se podrá explotar de nuevo como género sensible a las tendencias. Toda la información del mundo puede constituir tanto un hermoso parque de atracciones como una prueba de supervivencia de alto riesgo para paranoicos sobre la que el humor desciende como un ángel de salvación en momentos embarazosos para sacar el programa del lodo. Al contrario que los antimedios, basados en una crítica radical de la producción (artística) capitalista, los medios soberanos se han alienado por completo del negocio de la política y del mundo del arte. Un acusado desinterés mutuo obstaculiza toda interacción. Los medios soberanos se mueven en un mundo paralelo a los del arte y la política, con los que no interfieren. No se ofrece información negativa ni una crítica de la política o del arte que sirva para entablar un diálogo con las autoridades. Los medios, que una vez fueron soberanos, ya no reciben ataques sino que se toleran y por supuesto se ningunean. Pero esta falta de interés no es el resultado del desprecio hacia el amateur y su hobby, ni hacia el infantilismo político, en todo caso es la actitud contemporánea hacia cualquier imagen o sonido que se concede al mundo. Los medios soberanos están equipados con sus propios propulsores y no necesitan el impulso de sus posibles predecesores ni de otros medios. El concepto estos medios es distinto al de los medios alternativos de la era post 68 y al de los medios autónomos "internos" de los 80. Los medios alternativos funcionan según el principio de la "antipublicidad" y actúan como espejo de los medios de mayor relieve público, que en su opinión deben reformarse y complementarse. Esta estrategia pretende conseguir que el individuo sea consciente de su comportamiento y no sólo de su opinión. El proceso se reflejará en última instancia en un cambio en la opinión pública. Estos pequeños medios no plantean reivindicaciones generales, sino que funcionan siguiendo una variante positiva del modelo expansivo que presupone que, a la larga, todo el mundo, ya sea independientemente o a través de los medios de comunicación, estará informado sobre el problema que se aborda. Presuponen una rígida estructura que se extiende alrededor y a través de la sociedad de forma que al final el activismo de unos pocos provocará una reacción en cadena en la que participarán muchos. Hasta que llegue ese momento, estos medios se dirigirán a un grupo relativamente pequeño en la certidumbre de que la información que dan no quedará atrapada en un gueto ni se volverá en su contra transformándose en debates internos. Los líderes de opinión de la izquierda liberal son el objetivo principal de este "modelo megáfono". Estos líderes, que no tienen tiempo para acumular información ni para inventar argumentos, contratan a especialistas con motivaciones políticas para realizar estas ingratas tareas. Los movimientos de los sesenta y los setenta ampliaron así el alcance de temas como el feminismo, el tercer mundo y el medio ambiente. Sin embargo, a causa de la profesionalización y del conformismo de los mercados en estos círculos, la gente se ha pasado a los medios de comunicación "de verdad". Ahora que los movimientos se han convertido en algo tan virtual como los medios en los que aparecen, los laboratorios donde actualmente se ponen a prueba la información y los argumentos se han convertido en una parte inseparable del proceso de fabricación de estos medios. A finales de los setenta, los radicales que se cansaron de esperar a que otros cambiasen su forma de pensar fundaron los llamados "medios internos". Precisamente en el momento en que los medios de comunicación oficiales comenzaban a emanciparse y conceptos como el de "prensa" y "opinión pública" desaparecían de escena, un grupo de activistas perdió la fe en sus sordos conciudadanos y se puso manos a la obra por su cuenta. Aunque para las personas ajenas al grupo que no estaban al tanto de esta evolución los "medios internos" parecían ser sólo una continuación de la actividad de los medios alternativos, en realidad, el grupo renunció al modelo expansivo y, como los medios de comunicación oficiales, se volvió sigiloso. El espejo de los medios alternativos se hizo añicos. Ya no tenía sentido continuar apelando a la responsabilidad pública, era necesario buscar un nuevo ente imaginario en el que concentrarse: "el movimiento". Aunque sólo estaban disponibles a nivel local, no les preocupaba nada la restricción regional que los medios de comunicación locales en plena ascensión se habían impuesto a sí mismos. Ya no deseaban ser periódicos urbanos alternativos. Tanto en su formato como en su contenido se volvieron transnacionales, como ocurrió con medios del mismo tipo por todo el mundo. No querían tener nada que ver con el crecimiento. Su brillante diletantismo resultó no ser una enfermedad infantil sino una característica esencial. Como residuo de los desaparecidos movimientos radicales, que estallan de vez en cuando, su continuidad y inalterabilidad se mantienen asombrosamente hasta la fecha. No se pueden reducir a su dogma. Se alejan del reducido tiempo de los medios y crean su propio tejido espaciotemporal. * Los espacios soberanos son la flor y nata de las labores misionales que se llevan a cabo en la galaxia de los medios. Han cortado todos los vínculos imaginarios que aún mantenían con la verdad, la realidad y la representación. Ya no se concentran en los deseo de un grupo específico que constituye el objetivo, como aún hacen los "medios internos". Se han emancipado de toda audiencia potencial y por tanto no se dirigen a su audiencia como a un segmento de mercado maleable, sino ofreciéndoles el "espacio de realeza" que el otro se merece. Su objetivo y su legitimidad no se encuentran fuera de los medios, sino en una "ausencia total de control". Su comportamiento aparentemente narcisista es testigo de su seguridad en sí mismos, una seguridad que no es la difusión. La señal está ahí, solo hace falta recogerla. Los medios soberanos nos invitan a montarnos sin titubeos en el autobús de los medios. Tienen un pacto secreto con el ruido, padre de toda información. Y el tiempo no es un problema: hay espacio tanto para la versión ampliada como para el muestrario de citas. Esto sólo es posible por obra y gracia de su falta de perfil. Sin intentar ocultar su existencia, los medios soberanos siguen pasando desapercibidos, ya que permanecen en el punto ciego que crean en el ojo las brillantes radiaciones de los medios. Por ello no necesitan llamar la atención como tendencia vanguardista y esperan dar al arte un nuevo impulso. La razón por la que los medios soberanos son tan difíciles de identificar como categoría aislada es porque la forma en que se manifiestan no puede nunca brillar en todo su esplendor. Los productores de programas no se muestran, sólo vemos sus máscaras en las manifestaciones que nos resultan más familiares. Cada experimento que se lleva a cabo con éxito y que se puede dar como ejemplo de afirmación artística o política queda inmediatamente expuesto a la contaminación. Los mezcladores no provocan por sí mismos, sino que infectan a los que aciertan a pasar por allí con banalidades corruptas que se presentan en toda su amistosa trivialidad. Un enredo inextricable de significados e ironía impide al intérprete experimentado de los medios entenderlos. La atmósfera dentro de la cabina sellada está en lucha con la ideología de la captación de apoyos. Como mecanismo central de coordinación, el ordenador somete a todos los antiguos medios al régimen digital. Los medios soberanos, por su parte, hacen sus propias conexiones, que no se pueden traducir a un único código universal. Se pone a prueba la alta tecnología, que queda patas arriba. Pero este viaje al interior de la máquina no resulta en una obra de arte multimedia integral. La falta de fe en la participación total de los sentidos y en la representación técnicamente perfecta es demasiado poderosa. La energía necesaria se genera sencillamente por medio de cortocircuitos, de la confusión de las lenguas, de alteraciones atmosféricas y del choque de culturas. Sólo cuando las redes dirigidas informáticamente empiecen a romper sus propias conexiones y a asustar a sus potenciales usuarios podrán los soberanos establecer la conexión. [Trad. Carolina Díaz] --- *ADILKNO, Fundación para el Desarrollo del Conocimiento Ilegal (Foundation for the Advancement of Illegal Knowledge, ILWET), Amsterdam, 1995

Hagamos el vándalo

Hagamos el vándalo x K. Towich - [24.05.04 - 00:29] Este es un intento de derribar los muros que tratan de hacer lo que nos divierte, lo que queremos; atacar al enemigo donde más le duele. Nuestros actos son a menudo juzgados por nuestro entorno a base a prejuicios. Estos prejuicios están basados en la moral dominante que es la moral de los dominadores, de los poderosos. La moral establecida hoy exalta el diálogo, el consenso, el pacto, las peticiones, pero lo hace sobre un sistema que esclaviza y mata. La moral no es más que un freno para quien quiere atacar al poder. Un freno construido aposta. Su objetivo es transformar la vida en una suma de ocasiones desperdiciadas. Busca ahogar nuestros deseos en prejuicios heredados. Para quien está hart@ de tragar, el mito de que esta sociedad es la sociedad de la comunicación es absurdo. Estamos explotad@s y oprimid@s y encima cuando nos decidimos a atacar al enemigo tiene que venir el/la moralista de turno a preguntarnos si lo que vamos a hacer "es un acto de autodefensa o no". Esta persona filosofa sobre si la destrucción de la propiedad es violencia o no, distingue qué acto es violento y cuál no; marca el límite a partir del cual nuestros actos rebasan la frontera de lo inaceptable. Nos juzga en base a la moral. Dialogamos demasiado, con el enemigo y con sus falsos oponentes. A veces el silencio comunica mejor. A veces hay que actuar y apartar el diálogo. Como explotad@s no reconocemos a nadie el derecho de marcarnos el camino a seguir. Como rebeldes no reconocemos a nadie el derecho a imponernos un sistema de valores; una moral. Estamos hart@s de moralistas. Con la renuncia a destruir el sistema empieza la obsesión por la creatividad. Las personas concienciadas basan su actividad en aportar "propuestas constructivas" con una "actitud positiva" para contribuir a "mejorar las cosas". Esta creatividad política es sinónimo de reformas y de embellecimientos con vistas a un futuro que no existe. La única creación útil es aquella que nos da placer ahora o que sirve para extender la revuelta y el ansia por acabar con este sistema. No queremos autogestionar la miseria; no queremos resolver los problemas del capitalismo; no queremos decorar este estercolero con propuestas constructivas. Queremos atacarlo para destruirlo. Las revueltas no surgen de los libros, ni de las mentes de ningún iluminado. Las revueltas surgen de la explosión de desobediencia de quien ha acumulado suficiente rabia como para romper con los cauces oficiales de la protesta. Las personas progresistas ven a l@s explotad@s como alguien a quien organizar y educar con fines reivindicativos. La mitificación con la que se observa a las autoridades le impulsa a ver a la gente como una masa de seres incapaces de toda iniciativa real contra el poder. Hereda de los ilustrados del siglo XVIII una adoración mística por el racionalismo, la planificación y una fobia enfermiza por la pasión, los deseos y la revuelta desordenada. El intelectualismo izquierdista pretende planificar desde su mesa de tertulias las protestas, las transformaciones sociales y nuestras vidas. Pretende convertirnos, a su imagen y semejanza en vegetales conscientes. Y es que la pasión y el rechazo de las convenciones a la hora de actuar es lo que ha abierto muchas veces los caminos a la rebelión incontrolable. No hay nada que canse tanto como el enorme esfuerzo que realizamos para seguir siendo, durante años, razonables. Para no ser simple y profundamente nosotr@s mism@s. La pasión por la vida exige cólera y odio por quien quiere matarnos poco a poco; renuncia a renuncia. Los suicidios cotidianos de la obediencia, la transigencia y la resignación nos hacen convertirnos en zombis con horchata en las venas. La reacción del planificador de protestas ante la acción rebelde es hostil. Suele condenarla escudándose a menudo en la respuesta represiva que pueda venir. Y es porque no ve al poder como enemigo a destruir. Si lo hiciese entendería que en el enfrentamiento entre explotador@s y explotad@s no hay un momento de paz; Los choques son continuos y la represión es una herramienta más del opresor. La rendición de mantenerse dentro de los límites de la legalidad no garantiza la continuidad de ningún movimiento anti-autoritario, en realidad es su peor enemiga. Las organizaciones izquierdistas se convierten cada día más en instituciones Oficiales de la Queja (I.O.Q). Su funcionamiento es un ciclo que empieza tratando de absorber (en plan aspiradora) focos de disidencia o descontento para que, una vez clasificados, puedan ser representados como grupos de presión que piden (como pollitos) su ración de concesiones a papá-Estado. De ahí que l@s progresistas vean como una amenaza el acto rebelde individual o en grupo que se escape a su control. Y es que si cualquiera puede atacar al enemigo con solo tener las cosas claras y determinación, ¿quién necesita profesionales de la lucha y aparatos burocráticos?. Así, cuando aparecen actos no controlados por las I.O.Q. estas reaccionan a la defensiva. Dirán que son acciones contraproducentes, sin sentido o incluso que las ha provocado el poder para reprimir mejor. Con ello tratan de encubrir su propio fracaso volcando la culpa en "l@s violent@s", "l@s provocador@s", "los incontrolad@s", etc. En realidad la vida diaria continúa al margen de estas fantasías ombliguistas. Hay continua actividad ilegal contra el enemigo; robos diarios a empresas y supermercados, destrucción de maquinaria de trabajo, ataques a la policía, etc. Si no se ha transformado este comportamiento ilegal generalizado en momentos de rebelión colectiva es por dos razones fundamentales; 1) por la falta de confianza en la propia capacidad individual y colectiva y la mitificación del poder, y; 2) por la existencia de prejuicios morales respecto a la violencia, el diálogo, etc. La eliminación del elitismo (propio de la cultura de izquierdas) empieza por no creerse ni más ni menos conscientes que el resto de explotad@s. No es infravalorando acciones espontáneas de ataque por detalles como extenderemos la revuelta. Haciéndonos cómplices de ellas y "llevando gasolina allá donde haya fuego" romperemos los cauces controlados de oposición y extenderemos el comportamiento ilegal. Practiquemos el vandalismo. O lo que es lo mismo, la acción que busca la diversión y el placer en el ataque a algo o alguien que nos oprime. Es una práctica sencilla y abierta a todo el mundo. Por ello está tan extendida y podría extenderse mucho más. Con el ataque desmitificamos al enemigo rompiendo la falsa apariencia de paz y control total. Con el vandalismo también se rompe con el mito izquierdista (político o militar) de que el corazón del poder está en la cúpula lejana de representantes. El corazón del poder está a nuestro alrededor cada día, en las relaciones que establecemos con el patrón, la jefa, los agentes represores, empresas, instituciones... Ningún acto de revuelta es ciego o inútil. La simple ostentación de poder o derroche de dinero por quien nos explota es una provocación para quienes sufrimos las consecuencias de ambas. Merecen recibir el fruto de nuestra rabia. Este sistema no nos puede ofrecer lo que queremos y por tanto estamos enfrentad@s al día a día. No delegaremos en nadie nuestra actividad de ataque, no necesitamos profesionales de las armas. Es falso que la actividad de ataque lleve directamente a la clandestinización. También es falso que para llevar una dinámica de ataque haya que estar en la clandestinidad. L@s únic@s interesad@s en difundir estas fantasías son el poder y las organizaciones izquierdistas (armadas o no). La cuestión no es si debemos elegir entre manifestarnos por las calles o llevar adelante acciones de grupo. Deberíamos ser flexibles y comprender que todo acto que haga avanzar la revuelta es válido; que la separación entre estos y otros tipos de actividad la ha diseñado el sistema por medio de leyes y normas morales para debilitarnos. Debemos ser flexibles para actuar a la luz del día y por la noche. El vandalismo es una herramienta útil y divertida. Una más. Su mala prensa se debe sobre todo a su capacidad para desestabilizar la vida cotidiana y su facilidad para extenderse. Por eso nos interesa, por eso lo defendemos y practicamos. Es muy fácil. Usted también puede hacerlo. ¡Hágalo! Este folleto se puede usar de muchas formas. A quien lo escribe le gustaría especialmente una; se trataría de quien lo haya empezado a leer elija algo que le oprime cada día y usase este pape1 como mecha para chamuscarlo. Si este momento no es el mejor también puede un@ leérselo mientras tanto. Lo que está escrito pretende ser un ataque a los prejuicios heredados de la sociedad capitalis

Del sabotaje como una de las bellas artes

(Una contribución a la actualización de la teoría de la práctica del sabotaje). 1. “¿Quién reavivará los violentos torbellinos de fuego sino nosotros y aquellos que creemos hermanos? ¡Venid! Novelescos amigos: Esto va a gustarnos. ¡Jamás trabajaremos, oh oleajes de fuego!” “Que este mundo reviente. Es la verdadera senda. ¡Adelante, en marcha!” A. Rimbaud (1854-1891) La extensión del sabotaje, el incremento de su práctica, a mayor o menor escala a lo largo y ancho del señorío de la mercancía es un hecho consumado. La quema de cajeros automáticos, la inutilización de cerraduras en los centros de producción y distribución, la rotura de lunas, el incendio de ETT´s, Inem´s, el sabotaje a las infraestructuras del capitalismo (TAV, pantanos, autopistas o constructoras)... son prácticas ofensivas frente a la colonización de nuestra vida por el capitalismo en su forma más avanzada – el espectáculo integrado. Las llevan a cabo personas hartas de sobrevivir como mercancías (su vida reducida a los imperativos económicos) y desencantadas de la falsa oposición (más falsa y menos oposición a cada segundo) – partidos y sindicatos que quieren gestionar nuestra miseria e integrarnos en un modo de producción que nos niega cualquier participación en las decisiones que nos afectan directamente y ayudan a esclavizarnos mutilando cualquier gesto de negación del existente. El espectáculo escribe el guión y reparte los papeles: obrero, profesor, estudiante, ama de casa, padre, madre, hijo, hija, parad@, policía, militar, artista, humanitario, intelectualoide... la mayoría de las personas con diversos roles a lo largo de 24 horas por lo que su existencia es, si cabe, más terrible todavía. Cada un@ con su cuadro neurótico-esquizoide y que responderá a los estímulos lanzados desde el poder de la manera esperada. Toda la actividad social es planificada para reforzar el espectáculo ralentizando su proceso imparable de descomposición. Como no queremos oír los rechinares de l@s sufrid@s militantistas de cualquier organización, que conste que no estamos en contra de la organización en sí, sino de la organización como un fin en si mismo, como cristalización de cualquier ideología y como órgano separado, representante de la clase. Estamos por la auto-organización autónoma de l@s explotad@s. La Historia nos ha demostrado, y esto es algo que consciente o inconscientemente no se le escapa a nadie, con dos ejemplos claros que las tradicionales formas Partido (Revolución Rusa) y Sindicato (Revolución Española) no han sido más que dos intentos de gestionar el capitalismo y no de superarlo. Al tomar el poder no se ha destruido sino que se ha ejercido; por un lado la clase burocrática sustituye a la burguesía y por el otro los dirigentes anarcosindicalistas participan en el poder burgués llamando a la autogestión de la explotación y de la alineación, mientras las bases intentaban superar en la práctica las relaciones de producción y sociales mediante la gestión directa de todos los aspectos de su vida y no sólo del trabajo. Precisamente, ambas formas tienen en común la exaltación del trabajo (coincidiendo con los nacionalsocialistas y todas las formas políticas del capitalismo). Su visión cuantitativa buscaba un aumento de la producción dejando de lado el aumento cualitativo de la vida. Esta derrota (práctica y teórica) de las organizaciones tradicionales que nos dicen representar no ha sido asumida por la clase trabajadora (y es que parece que sólo sabemos trabajar) seguimos sin mantener ningún control sobre cualquier aspecto esencial de nuestra vida en un mundo que se hace no sólo sin nuestra participación (excluyéndonos) sino contra nosotr@s. Pero compañer@s, la Historia no es cíclica es un proceso acumulativo y ya pesa demasiado sobre nuestros cansados cuerpos. 2. “Jamás tuvieron los que se burlan un lenguaje tan engañador” Shakespeare. “Sueño de una noche de verano”. La contradicción entre las posibilidades de los medios de producción (del uso de algunos para el goce de tod@s, ya que la mayoría inútiles o perjudiciales habría que destruirlos) y las relaciones de producción (esclavitud asalariada, mercantilización y exclusión en una sociedad de clases) ha llegado a un punto de inflexión insalvable. Al espectáculo le supone más falsificar la naturaleza de esta contradicción que aumentar la producción de mercancías con un valor de uso decreciente. Esta inercia inmóvil le obliga a desplegar todos su medios de recuperación de cualquier movimiento real de oposición y dirigir él mismo la crítica espectacular del espectáculo. Una hipócrita-autocrítica dirigida por su policía del pensamiento descompuesto (pro-situs, cuadros, ONG´s, recuperadores, artistas, periodistas... todos ellos políticamente correctos y peñita del “buen rollito”). Estas escobillas del water de la modernidad, como buenos curas, esperan que con sus parches, el propio desarrollo del sistema nos dirigirá cogidit@s de la mano hacia un mundo ideal, planificado por su falsa conciencia y la podredumbre de su cerebro cuadriculado; como si alguna vez nos hubiesen regalado algo. Su función social que viene siendo denunciada desde hace décadas les ha costado más de una agresión, apaleamiento o asesinato y estamos segur@s que no van a ser simples anécdotas. Nos engañan y nos manipulan, no debemos permitírselo ni un día más, ellos son los guardianes de la llave de nuestras cadenas infernales. Entretienen nuestro pensamiento con debates sin importancia y nos imponen su opinión evitando cuestiones tan simples que les hacen temblar de terror: ¿Cómo vivir mejor? ¿quién y qué nos lo impide?. Preguntas que desenmascararían inmediatamente a estos profesionales de la mentira. La coherencia de la crítica y la crítica de la incoherencia ayudarán en esta labor. 3. “La injusticia no es anónima, tiene nombre y dirección”. Bertolt Brecht La teoría situacionista, como crítica integral de la totalidad de las condiciones de supervivencia y del capitalismo espectacular-mercantil que las necesita, ha sido verificada por los hechos de la falsificación. No se puede combatir la alineación bajo formas alienadas. El sabotaje de este mundo, empieza por la ruptura con los roles que nos impone el sistema, por el sabotaje de nuestra muerte en vida y la negación del papel que nos asignan y diseñan. En estos momentos hablar de Revolución es tener un cadáver en la boca, sólo hace falta mirar a nuestro alrededor para ver un decorado que nos recuerda constantemente la derrota. El sabotaje es pues una acción que sirve de revulsivo contra la irrealidad que nos oprime. Una práctica que no ha escapado a las recuperaciones ideológicas transformándola en “terrorismo” (la profesionalización del sabotaje) que no ha hecho más que reforzar el sistema debido a su carácter centralista, jerarquizado y militarista. Hoy, no se plantea el crear una organización armada de este tipo sino el ataque difuso de pequeños grupos de afinidad incontrolables por alguna estructura superior que se unen y desunen como las mareas lunares. Unas mareas que nacen de la conciencia de lo mal que están las cosas y lo peor que se van a poner por el desarrollo de los acontecimientos. En el siglo XIX existía una práctica similar que puso en jaque al capitalismo incipiente. Aparte de los ataques luditas, las llamadas “rondas proletarias” que por su falta de estructura rígida y su máxima flexibilidad en los ataques hizo casi imposible su represión y recuperación, en la que cumplieron un papel principal los, también incipiente, sindicatos. Un grupo de gente se juntaba, golpeaba y se diluía en la masa mientras un nuevo grupo se formaba en su interior. Este sabotaje difuso hace dificilísimo para el enemigo el llegar a detener a nadie, esto convierte este ataque en un universo de placeres para gamberr@s ilustrad@s cuyas sensaciones son imposibles de describir o comunicar con el pobre y banal lenguaje de las palabras. El juego de la subversión cuyas reglas escriben l@s que participan de él, se vuelve un arma eficaz contra el capitalismo en todas sus formas. Hay más que destruir que construir. 4. “Nuestra época no necesita escribir consignas poéticas sino ejecutarlas”. Internacional Situacionista. Está demostrad que pequeños grupos que atacan hacen más daño que grandes organizaciones especialistas de la lucha armada. La Brigada de la Cólera – continuó su actividad cuando fueron detenidas algunas personas y el estado inglés daba por desarticulado el movimiento- es un ejemplo. El poder lo tiene difícil para reprimir o eliminar a pequeños grupos que con toda seguridad no se conocen entre sí y lo único que les une es el deseo de destrucción de un sistema que les impide vivir y les condena a la supervivencia y a la incertidumbre. No se buscan acciones exhibicionistas para dar propaganda a ninguna sigla o marca de origen. En el caso de Asturies, por ser el más cercano, el sabotaje ha sido un arma de clase utilizado innumerables veces, sobre todo en los conflictos laborales en las empresas. Duro Felguera, Hunosa, Naval, Ciata... No nos estamos inventando nada, el sabotaje ha sido, es y será un medio para alcanzar cualquier objetivo; cualquier persona harta, independientemente de su ideología la utiliza. Desde el oficinista que roba material de oficina hasta la trabajadora que estropea la máquina a la que está encadenada, pasando por la utilización de goma-2 como los despedidos de Duro-Felguera. Hoy, el ejemplo está en la quema de ETT´s. La práctica del sabotaje queda reducida a conflictos puntuales y muy localizados, sin perspectiva global y simplemente para soluciones parciales, con unas reivindicaciones económicas que quedan dentro de los límites impuestos donde se desenvuelve la lógica capitalista. Idem de lienzo para el caso de las ETT´s, un ataque que se sale de la temporalidad de un conflicto en una empresa pero que no cuestiona la esclavitud salarial sino su forma más extrema, no se quiere acabar con la explotación de una clase sino con las ETT´s; por lo que ce por be estamos en lo mismo. Hoy, el conflicto es global y no se soluciona con luchas parciales, sino una lucha integral y de rechazo en bloque de esta sociedad. Hay que acabar con la reducción de nuestras vidas a mercancía y el trabajo asalariado que nos mata y no sólo con las ETT´s. Tenemos que acabar con la sociedad de clases y no sólo con el fascismo. Desviar la atención hacia problemas parciales sólo beneficia a los de siempre, a los gestores de nuestra miseria y a los que algún día pretenden gestionarla, y ambos son parte de los objetivos a sabotear por l@s revolucionari@s. La práctica del sabotaje difuso (autonomía sin trabas, máxima flexibilidad, auto-organización, mínimo riesgo), entre personas afines, abre la posibilidad de comunicación real destruyendo la espectacular, rompiendo la apatía e impotencia del eterno monólogo revolucionarista. Relaciones y posibilidad de contactos con otras personas en la negación del rol espectacular. Son situaciones efímeras que por su preparación y desarrollo llevan en su esencia la situación revolucionaria que ya no dará un paso atrás y que suprimirá las condiciones de supervivencia. No cae en la irremediable jerarquización alienante que conlleva la especialización de cualquier grupo armado de carácter autoritario y militarista en el que las masas delegan su participación en los ataques. El aumento cuantitativo de esta práctica no nos llega de la mano de los voceros propagandísticos del espectáculo sino de pasear por el escenario del capitalismo y encontrarnos en la deriva con cajeros quemados, ETT´s con los cristales rotos, cerrajeros cambiando la cerradura de un supermercado... visiones que nos hacen esbozar sonrisas cómplices y que nos animan a salir esa misma noche a jugar con fuego para que en otras personas desconocidas, pero cómplices, también surjan sonrisas por el hermanamiento en la destrucción. No importa el número sino la calidad de los gestos; sabotajes, expropiaciones, reducciones... nos devuelven parte de la vida que nos niegan, pero la queremos toda. Compañer@s el juego es vuestro y os animamos a su práctica diaria. Montároslo con vuestr@s colegas. Contra el viejo mundo en todas sus caras, para salir de la prehistoria, extendamos y multipliquemos los ataques. POR LA ABOLICIÓN DE LA SOCIEDAD DE CLASES .stop .CONTRA LA MERCANCÍA Y EL TRABAJO ASALARIADO .stop. POR LA ANARQUÍA .stop. POR EL COMUNISMO .stop. ¡PIEDRAS Y FUEGO! Por el Instituto Asturiano de Vandalismo Comparado.

La reforma del sistema público de pensiones

La reforma del sistema público de pensiones . Las pensiones son la forma de garantizar unos ingresos tras la jubilación y así evitar la pobreza en la vejez. Existen sistemas privados de pensiones, que un cliente contrata con una entidad financiera y existen también sistemas públicos, tanto asistenciales como contributivos. En este último caso, llamado también sistema de reparto, los trabajadores cotizan durante toda su vida laboral a un fondo estatal del que cobrarán cuando se jubilen. Este es un sistema basado en la solidaridad intergeneracional y la gestión pública. Los sistemas de pensiones proporcionan flujos regulares de dinero a largo plazo, por lo que son una pieza muy codiciada para hacer negocios en las plazas financieras internacionales. Para conseguir este botín lo primero es poner en tela de juicio la sostenibilidad del sistema público. Así desde mediados de los ochenta se multiplicaron los estudios financiados por grandes entidades, como la OCDE o el Banco Mundial, que anunciaban la futura quiebra de los sistemas públicos de pensiones en los países industrializados, debido a su envejecimiento demográfico. Los teóricos del neoliberalismo apostaban por privatizar el sistema contributivo, dejando las pensiones públicas en unos mínimos asistenciales. En nuestro país instituciones como el BBVA, la Caixa o FUNCAS han subvencionado también informes que, al igual que los anteriores, erraron en sus predicciones catastrofistas y además omitieron advertir acerca de la volatilidad de los fondos privados de pensiones. Pero para conseguir que la población contrate fondos privados no basta sólo introducir el miedo en la ciudadanía, sino también acabar con la generosidad de las pensiones contributivas. Así lo reconoce el documento que el lobby anglosajón EFRP (Federación Europea para la Provisión de la Jubilación) presentó a la Comisión Europea en 1997. Este infome, conocido como el Greenpaper, argumentaba en favor de los beneficios que sobrevendrían de la inversión de los fondos de pensiones privados en el mercado financiero. La Unión Europea nunca ha tenido competencias en el ámbito de las pensiones, a pesar de ello se ha mostrado partidaria de esta política privatizadora, ya que los fondos privados de pensiones ayudarían a fortalecer un mercado financiero integrado como garantía de capitalización. Los informes encargados por la reunión del Consejo Europeo en Cardiff y Viena en 1998 manifestaron como objetivo la construcción de un mercado bursátil europeo plenamente integrado y elaboraron una serie de disposiciones que construirían la nueva arquitectura financiera en Europa. En el viejo continente la financiación empresiarial se basa eminentemente en el crédito bancario, mientras que el sistema estadounidense recurre a la Bolsa. El ideal es tender a este modelo, pero para conseguirlo, el deterioro del sistema público de reparto es un paso fundamental, ya que supondrá un fuerte incentivo para que la población invierta en planes de pensiones privados, como de hecho ocurrió. El Congreso de los Diputados aprobó en enero del pasado año las recomendaciones del Pacto de Toledo de 2010. Entre las medidas votadas se establece el alargamiento de la vida laboral hasta los 67 años; la ampliación de la base reguladora, que es el cómputo por el que se determina la cuantía de la prestación, de 15 a 25 años y además el alargamiento del período de cotización para alcanzar la pensión máxima. Las penalizaciones para los trabajadores que se contemplan en la reforma se traducirán en una reducción de la prestación, así el sistema de pensiones públicas quedará en unos mínimos asistenciales y quien quiera asegurarse ingresos en la vejez, se espera que contrate un plan privado de pensiones. El aumento de estos productos financieros muestra de forma elocuente el éxito de esta política. Sin embargo las previsiones de los estudios sufragados por las grandes instituciones financieras han demostrado ser erróneas y a pesar de la durísima coyuntura, la Seguridad Social lejos de quebrar, ha mantenido el superávit. Por el contrario los planes privados de pensiones han visto depreciado fuertemente su valor con la crisis financiera, tal como reconocía la OCDE en su informe de 2010, aunque sin embargo sobre este punto, no se escuchan las alertas de los expertos economistas que prevían el inminente colapso del sistema público. El Estado del Bienestar, el compromiso que garantizaba la estabilidad social mediante la reinversión de los beneficios, resulta innecesario ahora que no parecen existir alternativas al libre mercado. El estallido de la crisis financiera de 2008 que acabó con el festín de créditos baratos y beneficios espectaculares, ha obligado a buscar liquidez en nuevos campos y una de las más suculentas conquistas ha sido la provisión de fondos para la jubilación. Sergi Colom