domingo, 15 de marzo de 2009

Discurso sobre la servidumbre voluntaria

1. El valor de la libertad.

"No veo un bien en la soberanía de muchos; uno solo sea amo, un solo sea rey". Así hablaba en público Ulises, según Homero. Si hubiera dicho simplemente: "No veo bien alguno en tener a varios amos", habría sido mucho mejor. Pero, en lugar de decir, con más razón, que la dominación de muchos no puede ser buena y que la de uno solo, en cuanto asume su naturaleza de amo, ya suele ser dura e indignante, añadió todo lo contrario: "Uno solo sea amo, uno solo sea rey".

No obstante, debemos perdonar a Ulises quien, entonces, se vio obligado a utilizar este lenguaje para aplacar la sublevación del ejercito, adaptando, según creo, su discurso a las circunstancias más que a la verdad. Pero, en conciencia, ¿acaso no es una desgracia extrema la de estar sometido a un amo del que jamás podrá asegurarse que es bueno porque dispone del poder de ser malo cuando quiere? Y, obedeciendo a varios amos, ¿no es tantas veces más desgraciado? No quiero, de momento, debatir tan trillada cuestión: a saber, si las otras formas de república son menores que la monarquía. De debatirlas, antes de saber que ligar debe ocupar la monarquía entre las distintas maneras de gobernar la cosa pública, habría que saber si hay incluso que concederle un lugar, ya que resulta difícil creer que haya algo público en su gobierno en el que todo es de uno.

De momento, quisiera tan sólo entender como pueden tantos hombres, tantos pueblos, tantas ciudades, tantas naciones soportar a veces un solo tirano, que no dispone de más poder que el que se le otorga, que no tienen más poder para causar perjuicios que el que se quiera soportar y que no podría hacer daño alguno de no ser que se prefiera sufrir a contradecirlo. Es realmente sorprendente -y, sin embargo, tan corriente que deberíamos más bien deplorarlo que sorprendernos- ver como millones y millones de hombres son miserablemente sometidos y sojuzgados, la cabeza gacha, a un deplorable yugo, no porque se vean obligados por una fuerza mayor, sino, por el contrario, porque están fascinados y, por decirlo así, embrujados por el nombre de uno, al que no debería ni temer (puesto que está solo), ni apreciar (puesto que se muestra para con ellos inhumano y salvaje).

¡Grande es, no obstante, la debilidad de los hombres! Obligados a obedecer y a contemporizar, divididos y humillados, no siempre pueden ser los más fuertes. Así pues, su una nación, encadenada por la fuerza de las armas, es sometida al poder de un solo (como la ciudad de Atenas a la dominación de los treinta tiranos), no deberíamos extrañarnos de que sirva, debemos tan solo lamentar su servidumbre; mejor dicho, no deberíamos no extrañarnos ni lamentarnos, sino más bien llevar el mal con resignación y reservarnos para un futuro mejor.

Nuestra naturaleza es tal que los deberes cotidianos de la amistad absorben buena parte de nuestras vidas. Es natural amar la virtud, estimar las buenas acciones, agradecer el bien recibido e incluso, con frecuencia, reducir nuestro bienestar para mejorar el de aquellos a quienes amamos y que merecen ser amados. Así pues, si los habitantes de un país encuentran entre ellos a uno de esos pocos hombres capaces de darles reiteradas pruebas de su predisposición a inspirarles seguridad, gran valentía en defenderlos y gran prudencia en guiarlos; si se acostumbraran paulatinamente a obedecerle y a confiar tanto en él como para concederle cierta supremacía, creo que sería preferible devolverle al lugar donde hacia el bien que colocarlo allí donde es muy probable que haga el mal. Empero, es al parecer muy normal y muy razonable mostrarse buenos con aquel que tanto bien nos ha hecho y no temer que el mal nos venga precisamente de él.

Pero, ¡oh, Dios mío!, ¿qué ocurre? ¿Cómo llamar ese vicio, ese vicio tan horrible? ¿Acaso no es vergonzoso ver a tantas y tantas personas, no tan sólo obedecer sino arrastrarse? No ser gobernados, sino tiranizados, sin bienes, ni parientes, ni mujeres, ni hijos, ni vida propia. Soportar saqueos, asaltos y crueldades, no de un ejército, no de una horda descontrolada de bárbaros contra la que cada uno podría defender su vida a costa de su sangre, sino únicamente de uno solo. No de un Hércules o de un Sansón, sino de un único hombrecillo, las más de las veces el más cobarde y afeminado de la nación, que ni siquiera husmeado una sola vez la pólvora de los campos de batalla, sino a pensar la arena de los torneos, y que es incapaz no solo de mandar a los hombres, sino también de satisfacer a la más miserable mujerzuela. ¿Llamaremos eso cobardía? ¿Diremos que los que se someten a semejante yugo son viles y cobardes? Si dos, tres y hasta cuatro hombres ceden, uno, nos parece extraño, pero es posible; en este caso, y con razón, podríamos decir que les falta valor. Pero si cien, miles de hombres se dejan someter por uno solo, ¿seguiremos diciendo que se trata de falta de valor, que no se atreven a atacarlo, o mas bien que, por desprecio o desdén, no quieren ofrecerle resistencia? En fin, si viéramos, ya no a cien ni a mil hombres, sino cien países, mil ciudades, a un millón de hombres negarse a atacar, a aniquilar al que, sin reparos, los trata a todos como a siervos y esclavos, ¿cómo llamaríamos a eso? ¿Cobardía? Es sabido que hay un límite para todos los vicios que no se pueden traspasar. Dos hombres, y quizás diez, pueden temer a uno. ¡Pero que mil, un millón, mil ciudades no se defiendan de uno, no es ni siquiera cobardía! Asimismo, el valor no exige que un solo hombre tome de asalto una fortaleza, o se enfrente a un ejército, o conquiste un reino. Así pues, ¿qué es ese monstruoso vicio que no merece siquiera el nombre de cobardía, que carece de toda expresión hablada o escrita, del que reniega la naturaleza y que la lengua se niega a nombrar?

Que se pongan a un lado y a otro a mil hombres armados, que se les prepare para atacar, que entren en combate, unos luchando por su libertad, los otros para quitársela: ¿que de quienes creéis que será la victoria? ¿Cuáles se lanzarán con más gallardía al campo de batalla: los que esperan como recompensa el mantenimiento de su libertad, o los que no pueden esperar otro premio a los golpes que asestan o reciben que la servidumbre del adversario? Unos llevan siempre como bandera la felicidad similar en el porvenir; no piensan tanto en las penalidades y en los sufrimientos momentáneos de la batalla como en todo aquello que, si fueran vencidos, deberían soportar para siempre, ellos, sus hijos y toda la posteridad. Los otros, en cambio, no tienen mayor incentivo que la codicia, que, con frecuencia, se mitiga ante el peligro y cuyo ficticio ardor se desvanece con la primera herida. En batallas tan famosas como las de Milcíades, Leónidas y Temistocles que tuvieron lugar hace dos mil años y que están tan frescas en la memoria de los libros y de los hombres como si acabaran de celebrarse, ¿qué dio -para mayor gloria de Grecia y ejemplo del mundo entero- a tan reducido número de griegos, no el poder, sino el valor de contener aquellas formidables flotas que el mar apenas podía sostener, de luchar y vencer a tantas naciones, cuyos capitanes enemigos todos los soldados griegos juntos no habrían podido rivalizar en número? En aquellas gloriosas jornadas, no se trataba tanto de una batalla entre griegos y persas como de la victoria de la libertad sobre la dominación, de la generosidad sobre la codicia" (*).

2. El sometimiento es consentido.

...Para obtener el bien que desea, el hombre emprendedor no teme el peligro, ni el trabajador sus penas. Sólo los cobardes, y los que ya están embrutecidos, no saben soportar el mal, ni obtener el bien con el que se limitan a soñar. La energía de ambicionara ese bien les es arrebatada por su propia cobardía; no les queda más que soñar con poseerlo. Ese deseo, esa voluntad innata, propia de cuerdos y locos, de valientes y cobardes, les hace ansiar todo aquello cuya posesión les hará sentirse felices y satisfechos. Hay, no obstante, una cosa, una sola, que los hombres, no sé por qué, no tiene siquiera la fuerza de desear: la libertad, ese bien tan grande y placentero cuya carencia causa todos los males; sin la libertad todos los demás bienes corrompidos por la práctica cotidiana de la servidumbre pierden por completo su gusto y su sabor. Los hombres sólo desdeñan, al parecer, la libertad, porque, de lo contrario, si la desearan realmente, la tendrían. Actúan como si se negara a conquistar tan precioso bien únicamente porque se trata de una empresa demasiado fácil.

¡Pobres miserables gentes, pueblos insensatos, naciones obstinadas en vuestro propio mal y a ciegas a vuestro bien! Dejáis que os arrebaten, ante vuestras mismas narices, la mejor y mas clara de vuestras rentas, que saqueen vuestros campos, que invadan vuestras casas, que las despojen de los viejos muebles de vuestros antepasados. Vivís de tal suerte que ya no podéis vanagloriaros de que lo vuestro os pertenece. Es como si considerárais ya una gran suerte el que os dejen tan solo la mitad de vuestros bienes, de vuestras familias y de vuestras vidas. Y tanto desastre, tanta desgracia, tanta ruina ni proviene de muchos enemigos, sino de un único enemigo, aquél a quien vosotros mismos habéis convertido en lo que es, por quien hacéis con tanto valor la guerra y por cuya grandeza os jugáis constantemente la vida en ella. No obstante, ese amo no tiene más que dos ojos, dos manos, un cuerpo, nada que no tenga el último de los hombres que habitan e nuestras ciudades. De lo único que dispone además de los seres humanos es de un corazón desleal y de los medios que vosotros mismos le brindáis para destruiros. ¿De dónde ha sacado tantos ojos para espiaros si no de vosotros mismos? Los pies con los que recorre vuestras ciudades, ¿acaso no son también los vuestros? ¿Cómo se atrevería a imponerse a vosotros si no gracias a vosotros? ¿Qué mal podría causaros si no contara con vuestro acuerdo? ¿Qué daño podría haceros si vosotros mismos no encubriérais al ladrón que os roba, cómplices del asesino que os extermina y traidores de vuestra condición? Sembráis vuestros campos para que él los arrase, amuebláis y llenáis vuestras casas de adornos para abastecer sus saqueos, educáis a vuestras hijas para él tenga con quien saciar su lujuria, alimentáis a vuestros hijos para que él los convierta en soldados (y aún deberán alegrarse de ello) destinados a la carnicería de la guerra, o bien para convertirlos en ministros de su codicia o en ejecutores de sus venganzas. Os matáis de fatiga para que él pueda remilgarse en sus riquezas y arrenallarse en sus sucios y viles placeres. Os debilitáis para que él sea más fuerte y más duro, así como para que os mantenga a raya más fácilmente.. Podrías liberaros de semejantes humillaciones -que ni los animales soportarían- sin siquiera intentar hacerlo, únicamente queriendo hacerlo. Decidíos, pues, a dejar de servir, y seréis hombres libres. No pretendo que os enfrentéis a él, o que lo tambaleéis, sino simplemente que dejéis de sostenerlo. Entonces vereéis cómo, cual un gran coloso privado de la base que lo sostiene, se desplomará y se romperá por sí solo. (*)



3. La servidumbre por el imperio de la educación y la astucia de la tiranía.

...Nadie se lamenta de no tener lo que jamás tuvo, y el pesar no viene jamás sino después del placer y consiste siempre en el conocimiento del mal opuesto al recuerdo de la alegría pasada. La naturaleza del hombre es ser libre y querer serlo. Pero también su naturaleza es tal que, de una forma natural, se inclina hacia donde le lleva su educación.

Digamos, pues, que en el hombre, todas las cosas son naturales, tanto si se cría con ellas como si acostumbra a ellas. Pero solo le es innato aquello a lo que su naturaleza, en estado puro y no alterada, le conduce. Así pues, la primera razón de la servidumbre voluntaria es la costumbre, al igual que las mas bravos caballos rabones (caballos de crín y orejas cortadas) que, al principio, muerden el freno que, luego, deja de molestarlos y que, si antes coceaban al notar la silla de montar, después hacen alarde los arneses y, orgullosos, se pavonean bajo la armadura. Se dice que ciertos hombres han estado siempre sometidos y que sus padres ya vivieron así. Pues bien, estos piensan que les corresponde soportar el mal, se dejan embaucar y, con el tiempo, eran ellos mismos las bases de quienes les tiranizan. Pero el tiempo jamás otorga el derecho de hacer el mal, aumenta por el contrario la ofensa. Siempre aparecen algunos, más orgullosos y más inspirados que otros, quienes sostienen el peso del yugo y no pueden evitar sacudírselo, quienes jamás se dejan domesticar, ante la sumisión y quienes, al igual que Ulises, a quien nadie ni nada detuvo hasta volver a su casa, no pueden dejar de pensar en sus privilegios naturales y recordar a sus predecesores y su estado original. Son estos los que, al tener la mente despejada y el espíritu clarividente, no se contenta, como el populacho, con ver la tierra que pisan, sin mirar hacia adelante ni hacia atrás. Recuerdan también las cosas pasadas para juzgar las del porvenir y ponderar las presentes. Son los que, al tener de por si la mente bien estructurada, se han cuidado de pulirla mediante el estudio y el saber. Esto, aun cuando la libertad se hubiese perdido irremediablemente, la imaginarían, la sentirían en su espíritu, hasta gozarían de ella y seguirían odiando la servidumbre por más y mejor que se le encubriera.

El Gran Turco se dio cuenta de que los libros y la sana doctrina proporciona a los hombres más que cualquier otra cosa, el sentido de su dignidad como personas y el odio por la tiranía, de modo que no tiene en sus tierras a muchos sabios, ni tampoco los solicita. Y, en cualquier otro lugar, por elevado que sea el número de fieles a la libertad, su celo y el amor que le prodigan permanece pese a todo su efecto porque no logran entenderse entre ellos. Las libertad de actuar, hablar y de pensar les está casi totalmente vetada con el tirano y permanecen aislados por completo en sus fantasías.

(...) Pero esa astucia de los tiranos, que consiste en embrutecer a sus súbditos, jamás quedó tan evidente como en lo que Ciro hizo a los lidios, tras apoderarse de Sardes, capital de Lidia, al apresar a Creso, el rico monarca y hacerlo prisionero. Le llevaron la noticia de que los habitantes de Sardes se habían sublevado. Los habría aplastado sin dificultad inmediatamente; sin embargo, al no querer saquear tan bella ciudad, ni verse obligado a mantener un ejército para imponer el orden, se le ocurrió una gran idea para apoderarse de ella: montó burdeles, tabernas y juegos públicos, y ordenó que los ciudadanos de Sardes hicieran uso libremente de ellos. Esta iniciativa dio tan buen resultado que jamás hubo ya que atacar a los lidios por la fuerza de la espada. Estas pobres y miserables gentes se distrajeron de su objetivo, entregándose a todo tipo de juegos; tanto es así que de ahí proviene la palabra latina (para los que nosotros llamamos pasatiempos). Ludi que, a su vez, proviene de Lydi. No todos los tiranos han expresado con tal énfasis, su deseo de corromper a sus súbditos. Pero lo cierto es que lo que éste ordenó tan formalmente, la mayoría de los otros han hecho ocultamente. Y hay que reconocer que esta es la tendencia natural del pueblo, que suele ser más numeroso en las ciudades; desconfía de quien le ama y confía en quien lo engaña. No creáis que ningún pájaro cae con mayor facilidad en la trampa, ni pez alguno muerde tan rápidamente el anzuelo como esos pueblos que se dejan atraer con tanta facilidad y llevar a la servidumbre por un simple halago, o una pequeña golosina. Es realmente sorprendente ver cómo se dejan ir tan aprisa por poco que se les dé coba. Los tragos, los juegos, las farsas, los espectáculos, los gladiadores, los animales exóticos, las medallas, las grandes exhibiciones y otras drogas eran para los pueblos antiguos los cebos de la servidumbre, el precio de su libertad, los instrumentos de la tiranía.(*)

Lo Boitié

Propuesta para una nueva manera de entender la organización

Entre quienes consideramos necesario organizarnos para luchar existen muchas opiniones diferentes. Cual es el modelo más útil y más acorde con lo que se pretende conseguir; coordinadoras, plataformas, colectivos, federaciones... eso es lo que se suele discutir.

Sin embargo mas allá de los distintos modelos, es la cultura de la organización que existe detrás de los mismos lo que en la mayoría de los casos los define y lo que hace que en muchas ocasiones no sólo no sean capaces de intervenir en el entorno que los rodea como a algun@s nos gustaría sino que lo que consiguen es engullir a gente válida y transformarla en militantes estresad@s, quemad@s, y con grandes dosis de frustración.

Todo producto de una dinámica basada en una cultura de la organización concreta, que pretendemos empezar a diseccionar a continuación para contribuir a que quien se reconozca en ella pueda más fácilmente destruirla.

1. El efecto mariposa.

Existe una forma de ver las cosas según la cual entre nuestra situación actual y la “sociedad ideal del mañana” hay un camino que recorrer. Este trayecto temporal lo debemos andar creando una organización que en su interior reproduzca el modelo de sociedad que queremos. En el andar diario iremos recogiendo a tod@s aquell@s que se quieran unir a nosotr@s.

También se participará en los distintos conflictos que cíclicamente surgen en los márgenes de nuestro camino. Dicha participación se desarrollará con la vista puesta en que, a raíz del conflicto, la gente tome mayor conciencia de la necesidad de organizarse y, si se da el caso, se nos una para continuar junt@s el camino.

Así se irá avanzando, acumulando fuerzas (siendo cada vez más) hasta que en un momento dado en que seamos muchísim@s planteemos la gran batalla final (revolución) y fruto de ella nazca una nueva sociedad.
A lo que lleva esta forma de ver las cosas, en la mayor parte de los casos, es a identificar la organización con la revolución: cuanto más fuerte sea la organización mas cerca está la gran insurrección general. Con lo cual en el centro de nuestra atención debe estar la organización, su mantenimiento y crecimiento.
Se entiende (según esta lógica mecanicista) que hay unas etapas que hay que ir recorriendo. Una casilla lleva a otra y, cuando hayamos recorrido todas, llegaremos al ansiado final.

CREACIÓN ORGANIZACIÓN>> PROPAGANDA >>PARTICIPACION EN CONFLICTOS>>
CRECIMIENTO DE LA ORGANIZACION>> REVOLUCION>> NUEVA SOCIEDAD



Pero parece que la realidad no quiere adaptarse a este modelo. Las revueltas, insurrecciones y motines surgen a raíz de conflictos pequeños; pequeñas gotas que hacen que los diques de contención se desborden. Chispas impredecibles que hacen que la rabia acumulada y reprimida por el miedo durante mucho tiempo, estalle y haga temblar los cimientos del sistema asentad@ssobre cada un@ de nosotr@s.
La dinámica de la sociedad no es una línea recta ni se adapta a los estudios de expert@s ni revolucionari@s.Es, como la mayoría de los procesos naturales, de carácter no lineal.

“En los sistemas no lineales, entradas (variaciones) pequeñas puedentener consecuencias espectacularmente grandes. A menudo, se ha hecho referencia a esto con el nombre de efecto mariposa: una mariposa bate las alas en la selva tropical y pone en marcha sucesos que produciránuna tormenta en Chicago. Sin embargo la siguiente vez que la mariposa bate las alas, no hay ninguna consecuencia meteorológica. Esta es la base de la impredicibilidad (...) complejidad superficial que surge de una simplicidad profunda (...)este comportamiento emergente, vuelve a influir en el comportamiento de los individuos que aquí abajo la produjeron.”
J. Glecik

La subida del precio del pan, la implantación de una nueva ley o impuesto, el apaleamiento de alguien por la policía, etc. Son capaces de desatar más rabia y abrir los ojos a más gente que la labor de una organización durante años. Pequeñas situaciones que desencadenan acontecimientos mucho más grandes a raíz de los cuales se comprueba la capacidad propia de la población, la vulnerabilidad del enemigo y el papel que cumplen instituciones “aparentemente neutrales” como la prensa, la televisión, la familia, etc.

Por esta razón pierde interés para nosotr@s el tener como centro de nuestra actividad la organización. El objeto principal pasa a ser el conflicto: potenciarlo donde se mantenga latente y tratar de contribuir a su radicalización donde ya haya aflorado a la superficie, todo ello sin importarnos demasiado si como consecuencia de ello vamos a ganar simpatizantes nuev@s o no.

Con este cambio de planteamientos provocamos rápidamente el interés de las instituciones represivas, pues empezamos a salirnos de sus esquemas. Y es que el sistema necesita que todo funcione según su lógica de visibilidad y concentración estructurada de la disidencia.

2. Los ojos de Medusa.

“La ventaja táctica de la clandestinidad, de lo no visible (el lenguaje del corazón) de por sí devuelve a la estética su centralidad revolucionaria. El arte de lo no visible escapa la absorción del “discurso de la totalidad” basado en la imagen y así, libre de toda forma posible, todavía mantiene la promesa milenaria de arte, la transformación del mundo”.
H. Bey

El sistema necesita etiqeutar, clasificar, catalogar para a partir de ahí aplicar tratamientos concretos y diferenciados a cada forma de disidencia.

Sociólog@s, psicólog@s, psiquiatras, pedagog@s, antropólog@s, asistentes sociales, periodistas... tod@s son fuentes de información que las instituciones usan para alimentar sus archivos.
Crear una organización va, a menudo, acompañado de la producción de una iconografía propia, una estética concreta y cierta homogeneización de las personas que la componen: se crea consciente o inconscientemente un producto. Y es por esto qué es mucho más fácil para las instituciones absorber, deformar y manipular este producto. En definitiva todo esto acaba siendo un obstáculo más al que tendrán que enfrentarse l@s miembros de la organización si no quieren convertirse en un objeto estético de usar y tirar por el sistema.

Probemos pues a ser como el gas sarín; invisibles, inodoros e insípidos para el sistema, pero letalmente dañinos para sus estructuras. Evitemos facilitar la labor etiquetadora de l@s burócratas. Obstaculicemos la creación de estereotipos vendibles y productos estéticos.

3. La creación de la masa.

La actividad revolucionaria no consiste (no debería) en preparase para una guerra convencional. Aquí el aparato institucional, aquí l@s revolucionari@s ¡ ¡Adelante y que gane el mejor! No, no sería útil ni coherente tener este planteamiento.

Para el poder son más peligrosas diez personas impredecibles e incontrolables dispersas que cien formando una masa concentrada predecible y manipulable.

“La física nazi se establece sobre estos postulados: es preciso captar esos electrones, hacerlos compactos, concentrarlos. Es preciso atrapar esa “energía” de la dispersión, de la explosión, condensarla haciéndola entrar en un proceso involutivo y, finalmente mediante la destrucción concentratoria sistemática de cada electrón, invertir la energía explosiva de la diáspora en una forma inerte, implosiva, dominables, convertible, reversible, la de la masa”.
L. Scheer.

El sistema está interesado en homogeneizar, uniformar, agrupar, concentrar a la disidencia para hacer más facil la labor de los perros pastores. Los derivados actuales del frentepopulismo y sus tácticas no hacen mas que facilitar la labor del enemigo. Su única razón para existir es el miedo que hay a las posibilidades experimentadoras que hay mas allá del rebaño y su forma de funcionar.

4. Adrenalina.

¿Cómo entonces intervenir eficaz y coherentemente en nuestro alrededor? ¿cómoimpedir que las dosis de tranquilizantes y anti-depresivos emitidas por los medios de “comunicación” reconduzcan la revuelta hacia cauces inofensivos? Eso será algo que averiguaremos a medida que vayamos experimentando.
Poder actuar como la adrenalina no sería un mal ejemplo. Una hormona que segrega el propio cuerpo y que acelera el ritmo del corazón, aumenta la tensión arterial y estimula el sistema nervioso haciendo que los sentidos estén mas alerta.

Que nuestra actividad consiga romper el anonadamiento democrático, haciendo que se resquebraje la hipnosis del consenso; ese podría ser un buen avance. Para ello parece que la manera más natural de organizarse puede ser el grupo de afinidad.

5. El grupo de afinidad.

El término requiere explicación. Afinidad se confunde a menudo con sentimiento. A pesar de no estar del todo separada, los dos términos no deberían considerarse sinónimos. Puede haber compañer@s con l@s que podemos considerar que hay afinidad pero con l@s que no nos une amistad y viceversa.

Básicamente, tener afinidad con un/a compañer@s quiere decir conocerl@, haber profundizado en el conocimiento acerca de el/la. Al crecer ese conocimiento la afinidad puede aumentar hasta el punto de hacer posible una acción conjunta; o disminuir hasta el punto de hacerla imposible.

El conocimiento de alguien es un proceso infinito que puede para en cualquier nivel dependiendo de las circunstancias y objetivos que se quieran conseguir junt@s.Un@ puede tener por tanto afinidad para hacer unas cosas y no otras. Se hace evidente que cuando hablamos de afinidad no nos referimos necesariamente a hablar de los problemas personales de cada un@, aunque esto pueda ser importante si interfiere en el proceso de conocimiento mutuo.

En este sentido conocer al/a otr@ no significa necesariamente tener una relación íntima. Lo que es necesario conocer es como piensa el/a compañer@ con relación a los problemas sociales con los que la lucha de clases se enfrenta, como cree que hay que intervenir, que métodos usaría en determinadas circunstancias.

El primer paso en la profundización del conocimiento entre compañer@s empieza con la discusión. Es preferible tener una base clara, como algo escrito, para que los variados problemas se puedan abordar bien.

Una vez está claro lo básico el o los grupos de afinidad están prácticamente formados. El conocimiento entre compañer@s sigue en relación con su actividad como grupo y al consiguiente encuentro en la realidad como tal. Mientras dura este proceso el conocimiento mutuo suele aumentar y pueden surgir lazos fuertes entre compañer@s.Esto en cualquier caso es una consecuencia de la afinidad, no su objetivo fundamental.

Suele pasar que compañer@s lo hagan al revés. Empezando cualquier tipo de actividad y procediendo a las clarificaciones necesarias luego, sin haber comprobado el nivel de afinidad necesario para hacer cosas junt@s.Las cosas se dejan al azar, como si algún tipo de claridad pudiera surgir del grupo solo por su creación. Por supuesto, esto no pasa: el grupo o se estanca porque no tiene claro el camino a seguir o sigue la trayectoria del/a o l@s compañer@sque tengan las cosas más claras sobre lo que quieren hacer mientras l@s otr@s se dejan llevar, normalmente con poco entusiasmo o compromiso real.
Por otro lado el grupo de afinidad encuentra su potencial máximo y está creado con la acción como objetivo, basándose no es n la cantidad de miembros, sino en la fuerza cualitativa del número de individu@s que trabajan junt@sen un proyecto que han desarrollado junt@s mientras avanzan. De ser una estructura específica del movimiento anarquista y el conjunto de actividades que presenta: propaganda, acción directa, producir un periódico, trabajar en una organización informal, etc. (...)

6. Conexión.

Teniendo como objetivo la conflictividad permanente no merece la pena ya hablar de modelos “correctos” de organización ni de organizaciones permanentes. Más bien parece que la mejor manera de conectar dependerá por un lado de las necesidades que haya en ése momento y lugar concretos; y por otro de la confluencia de proyectos, estrategias o prácticas.

Lo mismo vale para el nivel en que se desarrolle la relación; desde el simple intercambio de información hasta el desarrollo de proyectos conjuntos hay posibilidades ilimitadas.

Lo que si parece claro es que si no existe ningún tipo de comunicación, debate o intercambio de experiencias se hará muy difícil desarrollar una dinámica propia sin ahogarnos en un vaso de agua. Para no depender de la trayectoria que siganotr@s debemos establecer criterios propios sobre la base de lo que nos rodea, y para ello se hace necesario algo más que traducir textos escritos en otro momento y/o en otro lugar.

7. Papelería.

El sistema intenta anularnos inculcándonos desde pequeñ@s que somos capaces de mucho menos de lo que somos en realidad capaces de hacer. Convendría pues dejar de lado el todocatastrofista y las lamentaciones pseudocristianas sobre lo mal que va todo y centrarnos mas en intercambiar experiencias, aportar información útil y mostrar ampliamente las ocasiones en las que se ha hecho daño al poder, sean estas pequeños o grandes acontecimientos.

Se editan muchas cosas, casi todas pretenden lo mismo; unas por medio del humor; otras del llanto pero la gran mayoría de ellas se hacen casi por compromiso o para ocupar el tiempo en algo, el resultado es que leída una, por logeneral un@ se las ha leído todas.

Para que se nos entienda deberíamos hablar claro y dejar los lenguajes codificados para l@s intelectuales, l@s científic@s y l@s jugador@s de mus.

El poder trata de mantener a la población bajo control por medio del miedo que inspira. Para ello el sistema trata de imitar la imagen tradicional que se tiene de l@s dios@s; invisibles pero presentes en todos lados. Contrarrestando esta idea mostraremos su vulnerabilidad. Esto podría hacerse desmitificando y señalando a l@s enemig@s reales y tangibles, explicando que es a lo que se dedican y que es lo que más daño les hace; sean estos instituciones, empresas o “profesionales”.

En cada conflicto concreto parece necesario también señalar a l@s recuperador@s y sus intenciones, para evitar en lo posible que las luchas sirvan al sistema para, una vez engullidas, fortalecerse todavía más.
Por último insistir en el necesario debate para el que tiene que servir estas publicaciones. De nada sirve que creamos tener las cosas claras en nuestro círculo más próximo si no podemos intercambiar opiniones con otras gentes, para darnos cuenta de que las cosas se pueden enfocar de otras maneras.

Este texto fue editado en el estado español en forma de libelo anónimo. El apartado 5 (El grupo de afinidad) es una traducción del número 5 de la revista inglesa Insurrection.

:: ¡No queremos ser estudiantes! ¡Somos maleantes!.

Prólogo
Esto es un panfleto. No es un libro, ni un libreto, ni un cuaderno, ni un cuadernillo, es un panfleto. No pretende, ni de lejos, ser objetivo, ni crear consenso. Sus pretensiones son mucho más altas, pues no entendemos por qué hemos de ser modestos cuando podemos aspirar a lo máximo. ¿Qué es lo máximo? No queremos tener límites. No sabemos si los tenemos o no, pero precisamente esa no es nuestra cuestión, no DESEAMOS tener límites, queremos desbordarnos. Nos importamos nosotros. Nos preocupamos de los obstáculos y de los enemigos en la medida en que nos impiden hacer lo que deseamos u obtener lo que necesitamos. Si no estorban, no existen. Y si estorban, deben dejar de existir. Ya nos hemos preocupado durante bastante tiempo por reflexionar sobre el enemigo, el Sistema, el Capital, y tal y cual. Creemos que ya es hora de que nos preocupemos por nosotros. ¿Qué nos gusta? ¿Qué no nos gusta? ¿Qué queremos? ¿Qué no queremos? ¿Cuáles son nuestros deseos reales?.

A eso vamos. Eses es nuestro objetivo, y estamos en disposición de ir a por ello, y a por todo lo demás.

Se dan las condiciones para que lo que ya exista en esencia, salga a la luz y exista realmente.

Como decían algunos estudiantes de la prehistoria del movimiento estudiantil allá por los 60, los estudiantes son una clase en sí misma. No somos asalariados, aunque estemos destinados a serlo la mayoría; ni somos dirigentes como estamos destinados a ser los pocos. No estamos en ningún lado, estamos todavía en transición, en proceso. No queremos decir que estemos a salvo de la mierda del Sistema, pero sí decimos que se dan las condiciones materiales, reales, para revolucionarse, revolverse contra aquello que no queremos y por aquello que queremos.

No tenemos posesiones, nada es nuestro. No tenemos casa propia, ni coche, ni familia, ni hijos a nuestro cargo, por lo que no se nos puede engañar con eso de que somos de clase acomodada, pues no tenemos nada que conservar. Nos falta todo todavía por tener. Lo tenemos todo por delante. Es el primer punto del que hay que tomar conciencia: no tenemos nada que perder. Si hacemos una huelga, no nos van a echar del trabajo, ni vamos a dejar de cobrar un sueldo, ni tan siquiera tenemos que perder unas estúpidas "conquistas sociales" con las que lograron engañar a nuestros padres. Si hacemos huelga, no sólo no vamos a perder nada, sino que vamos a ganar muchas cosas, vamos a recuperar un día de aburrimiento para nuestro beneficio, y lo vamos a convertir en un día de vida real, vida intensa en la que vamos a hacer en cada momento lo que nos plazca y no lo que nos corresponda en nuestro papel de estudiante. Disfrutando del placer del momento subversivo.

Que no nos tomen el pelo, lo único que se puede perder de verdad es el miedo. Miedo que ya no es tanto a las posibles represalias de las distintas autoridades -profesores, consejo, padres...-, ni tampoco es sobretodo el miedo al castigo social por no actuar según lo que se espera de ti acorde con tu rol. Es miedo a uno mismo, miedo a no saber qué hacer cuando nadie nos dirige y nos dicta. Miedo a no saber hacia donde ir cuando nadie nos marca el camino, miedo a no saber qué paso dar en cada momento. Miedo a vivir sin amos. Miedo a la incertidumbre.

Os vamos a contar un secreto al oído: nosotros también tenemos miedo! Es más, creemos que buena parte de nuestra fuerza se basa en ese miedo. No queremos tener las cosas muy claras, no queremos tener un camino marcado ni una luz al final del túnel a la que dirigirnos sonámbulamente. Queremos construir nuestra vida a cada momento, y afrontar el miedo, por lo tanto, de vivir sin amos. Tenemos miedo, es verdad, y nos corroe la incertidumbre, pero esa incertidumbre también hace que nos pique el gusanillo y que nos hierva la sangre. ¿No os atrae la idea de experimentar una vida nueva y abandonar esta existencia mediocre? Pues experimentad, haced lo que sea, hagamos lo que sea, no lo sabremos hasta que no lo intentemos, y aun así, nunca lo sabremos, pues a cada momento estaríamos descubriendo cosas nuevas. No necesitamos más cosas. Queremos movernos. ¿A donde?. No lo sabemos. ALLÍ, por ejemplo, sabemos que no queremos estar aquí. Cualquier cosa menos esto, estamos cansados, este mundo nos aburre, no satisface nuestras necesidades y deseos, no nos place, no nos divierte. Sólo nos divierte joderlo. Pero queremos más, queremos una vida mejor.

Que no nos engañen, tampoco, con nuestro porvenir. Ni somos el futuro ni tenemos un gran futuro por delante. No nos da la gana aceptar el futuro, tener un futuro es escribirse una muerte, escribir la novela de tu vida antes de vivirla: sólo haces lo que YA está escrito, y no construyes tu vida a cada momento. Y no aceptamos el futuro además porque YA no aceptamos el presente miserable que hay ni aceptamos el futuro de mierda que nos tienen preparado. ¡Esta vida es una miseria!.

Somos conscientes, pese a todo, de nuestra situación en el mundo. Somos conscientes de que estamos aquí para ser futuros trabajadores, sabemos que tenemos un papel que cumplir en este mundo, el de estudiante, el de persona que aprende a tragar la mierda de Realidad, el de persona que se afana en aprender la ideología que insuflan los intelectuales del Sistema a través de la cultura, personas que aprenden a reducir su cuerpo y su mente a unos espacios y unos horarios rígidos para llegar al mundo del trabajo con el cuerpo y la mente ya reducidos. Somos conscientes de que somos Estudiantes.

Pero somos conscientes de que queremos dejar de serlo. No queremos acostumbrarnos a unos horarios y espacios, no queremos tragar mierda, no queremos aprender su ideología, ni ninguna ideología. No más intelectuales, no más cultura, no más arte. Nosotros también queremos dejar de ser estudiantes. Pero no queremos dejar de ser estudiantes para ser Trabajadores u otra cosa. No queremos desprendernos de un papel para coger otro. No queremos tener ningún papel, no queremos ser nada, queremos ser lo que nos dé la gana en cada momento. En cada momento. Los estudiantes debemos de empezar a dejar de aferrarnos a ideologías y pensamientos creados, cosas YA hechas a las que nos agarramos por ese miedo a vivir sin amos, a construir cada uno su vida en cada momento.

Es la hora de liarse la manta a la cabeza, abandonar todas las creencias e ilusiones que nos garantizan la seguridad de vivir en este mundo. La seguridad en esta sociedad no son más que unas vallas que nos protegen de... ¿de qué? ¿os habéis parado a pensar alguna vez de qué nos protege la Seguridad que nos ofrecen? ¿De qué debemos tener miedo? Las seguridades nos protegen de nosotros mismos, es a nosotros a los que las vallas no dejan salir, y no a los demás a los que no deja entrar. Nos impiden desbordarnos de lo que está permitido. Son nuestra propia policía que nos vigila en nuestro arresto domiciliario. Te pudres en ti mismo, te adormilas y te aburres, con la seguridad de que vas a seguir viviendo, es decir, tu corazón va a seguir latiendo. ¿Y los demás? ¿y los sueños? ¿y los deseos? ¿y las emociones? ¿la pasión?.

Todo eso está ahí, al otro lado de la valla. Abandonad las seguridades, lo único que hacen es atar, y lanzaos a la emocionante experiencia de vivir sin normas, sin amos, sin roles. Experimentad.

Queremos vivir y experimentar YA, no a medio ni largo plazo. La idea de la revolución como proceso está muy bien, pero no podemos esperar. Necesitamos mejorar nuestro vivir, queremos una forma más intensa de vida, y por eso queremos crear momentos para vivir intensamente. Queremos insurrecciones, sublevaciones, revueltas, la tensión del conflicto abierto. No nos vale tener simplemente el sueño de una revolución, preferimos el sueño y la utopía de un momento en insurrección. La sublevación es una reapropiación, una verdadera ruptura con la monotonía de la vida cotidiana, una verdadera ruptura con las normas sociales, una verdadera ruptura con los roles que a cada momento de la vida debemos adoptar. El momento en sublevación rompe los horarios, el tiempo, que deja de ser una tiranía lineal, para pasar a ser un desorden de momentos vividos intensamente. Sabemos que una insurrección no va a cambiar el mundo, pero sí creemos que puede transformar nuestra vida.

Porque se trata de cambiar el mundo, pero también se trata de transformar la vida. No estamos interesados en ninguna revolución que no eleve nuestra calidad de vida. No nos interesa un mundo, por muy libre y justo que sea, si la vida es igual de aburrida, tediosa, monótona, racional y mediocre que la que hay ahora.

Abogamos por crear la revolución que nunca triunfe.

No queremos triunfar. No queremos perder el sueño y la utopía. No nos interesan las cosas que tienen un fin, ni las cosas cuyo destino anticipado es morir. No queremos tener futuro, ya iremos fabricando nuestra vida. No queremos definirnos ahora, ya nos irán definiendo nuestros actos. No queremos tener todas las cosas claras, ya nos iremos aclarando con la practica.

No tenemos las cosas claras. Pero OJO, eso no quiere decir que vayamos a permitir que vengan listillos a aclararnos a nosotros y a decirnos quienes somos y que queremos y qué no queremos. No admitiremos vanguardias revolucionarias que vengan a encabezar nuestra revuelta con sus ideologías. Y no vamos a permitir, tampoco, a los líderes sindicales ni a los sindicatos en sí mismos. No os vamos a dejar, os lo avisamos, no vamos a permitir ningún intento de manipulación, ni vamos a dejar que recuperéis nuestras luchas para el Sistema, llevándonos por los inofensivos cauces de la democracia. ¡Abajo la democracia! ¡no más diálogo! Hay que dar caña. Os lo advertimos, si intentáis meter vuestra zarpa entre nosotros, vamos a arremeter contra vosotros con toda nuestra ira. Mejor todavía, arremeteremos contra vosotros aunque no intentéis meter la zarpa, sólo por lo que sois y lo que hacéis, por vuestra función de bomberos del fuego de la revuelta. ¡Recuperadores de mierda, estáis en el punto de mira!.

Todo está en el punto de mira. Nada de este mundo es salvable. Los estudiantes nos cagamos en todo. Hemos empezado a desengañarnos de las credulidades de la vida moderna, no creemos en la seguridad del hogar lleno de sentimientos electrodomésticos, ni en las máquinas que dan una felicidad patética, como la sonrisa del burro al morir. Los coches no son más que el modelo del ideal burgués de felicidad. Quemémoslos, rompamos los escaparates de la alienación y de la falsa vida.

Quemar coches, romper escaparates. No es una consigna lo que os mandamos. Quemar, romper, son nuestros sentimientos lo que os lanzamos. Os lanzamos nuestra rabia, nuestra ira. Nuestros deseos y nuestros sueños. Es lo que pensamos. Nosotros somos eso.

Insurgimos en nuestro ambiente como lava de volcán. Queremos irrumpir, no esperar a florecer como las plantas. Queremos lucir el doble sin resignarnos a durar la mitad de tiempo. Somos utópicos, somos unos ilusos. ¡Ilusos! ¡Habéis dejado de soñar! Os habéis hecho mayores, sois tan adultos como un universitario invadido por el tedio con veintipocos años. Nosotros nunca hemos dejado de ser niños. Aún somos salvajes y nos resistimos a que nos domestiquen.

Mordemos.

Somos utópicos y salvajes.

Seguro que pensáis que estamos locos, ¿verdad? .

Este panfleto es un virus. Se extiende y fluye por el mundo sin límites tejiendo redes de deseos subversivos. Puedes formar parte de él. Es más, puedes ser él. Difúndelo, fotocópialo, regálalo a tus seres queridos. Crea sueños.

Salvajes
Madrid, diciembre de 1998.

Los indeseableas. Gli indesiderabili

Son cada vez más los indeseables en el mundo. Demasiadas mujeres y hombres para los que esta sociedad no ha previsto ningún rol, mas que el de reventar para hacer funcionar todos los demás. Muertos para el mundo o para si mismos: la sociedad no les desea más que así.

Sin trabajo, sirven para empujar a quien lo tiene a cualquier humillación para mantenérselo seguro. Aislados, son útiles para hacer creer a quienes se pretenden ciudadanos, que pueden tener una verdadera vida en común (entre el papeleo y las vallas publicitarias). Inmigrantes, sirven para alimentar la ilusión de tener raíces a quien, proletario sin siquiera más que la prole, está desesperado por sus propios hijos, solo con su nada en la oficina, el metro o delante de la televisión. Clandestinos, sirven para recordar que la sumisión del trabajo asalariado no es lo peor - existen también los trabajos forzados y el miedo ante cada rutinario control policial. Expulsados, sirven para chantajear a todos los refugiados económicos del genocidio capitalista, con el miedo del viaje hacia una miseria sin retorno. Presos, sirven para amenazar con la extrema razón del castigo, a quien no encuentra razones para continuar resignándose. Extraditados, en tanto que enemigos del Estado, sirven para hacer entender que en la Internacional del dominio y de la explotación no hay espacio para el mal ejemplo de la revuelta.

Pobres, aislados, extranjeros en cualquier lado, presos, ilegales, bandidos: las condiciones de estos indeseables son cada vez más comunes. Común puede entonces hacerse la lucha, sobre la base del rechazo de una vida cada día más precarizada y artificial. Ciudadanos o extranjeros, inocentes o culpables, clandestinos o regularizados: las distinciones de los códigos estatales no nos pertenecen, ¿porque debería la solidaridad aceptar estas fronteras sociales, cuando l@s pobres son empujados continuamente de una a otra?
Nosotros no somos solidarios con la miseria, si no con el vigor con que mujeres y hombres no la soportan más.

31 tesis insurreccionalistas

A l@s compañer@s pres@s de la guerra social y muy especialmente a aquell@s que además de sufrir la cárcel han de soportar la verborrea de l@s ideólog@s seudorrevolucionari@s que desearían somerterl@s a sus propias limitaciones.

Prólogo
El texto que sigue pretende reemprender el debate sobre la organización desde una perspectiva anarquista. Tema viejo, siempre presente, nunca saldado, aunque existan quienes hayan encontrado la certeza en tal o cual modelo.

No te engañes, no encontrarás en las páginas que siguen ninguna novedad (maldita palabra de marketing), ya el siglo pasado se debatía en similares términos, ni tampoco recetas mágicas que nos ahorren el pensar y actuar, cuestionar, criticar y experimentar, si algo se intenta, es precisamente, incentivar esto mismo. Nos falta debate y comunicación, acción y experimentación, y nos sobran monotonías, certezas y modelos.

Estas "cuestiones de organización" son pretendidamente subjetivas e intencionadamente críticas.

Este texto que ya se define en el título como insurreccionalista por un tomar partido, surge del deseo de destruir lo existente y trata de indagar en los caminos que hagan posible la materialización de ese deseo, buscando desde la palabra el encuentro, en la palabra y la acción, con tod@s aquell@s induvidu@s insurgentes que mantienen viva la pasión demoledora de la libertad.

I. Siempre han existido dos tendencias visibles en el Movimiento Obrero. Una es tendencia etapista, que conservando las "victorias" parciales pretende fijarlas como peldaños ascendentes a la conquista del cielo. Otra es tendencia insurreccional que hace del presente momento mismo de posibilidad revolucionaria. En la práctica no han existido líneas precisas de demarcación de ambas tendencias. Las dos tendencias encuentran sus semejantes en el Movimiento libertario.

II. La tendencia etapista se define en la práctica de reivindicación como medio gradual de alcanzar transformaciones globales. Asumiendo la negociación con el Poder y posponiendo el enfrentamiento directo con éste. Fijando sus perspectivas revolucionarias en el futuro, trata de acumular en el presente el mayor número de adept@s a l@s cuales concienciar hasta que se den las condiciones (¿?) esenciales para un ideal asalto a los Palacios de Invierno. El crecimiento cuantitativo es consecuentemente su primer objetivo.

Este tendencia se ha organizado históricamente en estructuras clásicas (partidos, sindicatos, etc). La estructura clásica es representativa en tanto se erige en representante material o espiritual no sólo de sus miembr@s sino de todo el colectivo de explotad@s, convirtiéndose en el eje del "verdadero" movimiento proletario.

Desde aquí se impulsa y estimula la "conciencia de organización", la pertenencia un grupo homogéneo por encima del/a individu@ del que se puede ser y con el cual te identificas y te identifican.

La estructura clásica, es estructura pesada que produce y reproduce aparatos burocráticos. Tiene sus comicios decisorios, comités representativos y ejecutivos, y un entramado de protocolos, vicios, y normativas.

Simbólicamente se concibe como guardián de la sangre de l@s mártires, del pasado glorioso, de los principios inamovibles. Estimulando el culto a la personalidad, bien sea del héroe/heroína muert@ o del/a destacad@ compañer@ viv@.

Las organizaciones pesadas son en si mismas conservadoras y tienden a preservarse en el tiempo a pesar que las coyunturas que las hicieran surgir se hayan modificado. Por ello una parte importante de su tiempo se dedica a realizar "análisis" y gestos que muestren la inefable necesidad "actualidad" del modelo organizativo. El resto de su tiempo se divide en las reivindicaciones concretas como forma de proselitismo; en la organización de la Organización llegándose al máximo de complejidad posible; y a la reproducción ideológica, teniendo en los referentes pasados una verificación de su existencia.

La tendencia etapista y las formas orgánicas que adopta nos muestran la permeabilidad en el Movimiento Obrero de los valores sistemáticos; la burocratización inherente a la organización pesada, la delegación del/a individu@ en el colectivo, el establecimiento de jerarquías difusas o regladas, la rentabilidad de la acción como valor de cambio, la acción como mercancía, la asunción de límites y programas mínimos, el reconocimiento del Poder como mediador a través de la negociación...

III. En el Movimiento Libertario se da, como reflejo del Movimiento Obrero, la tendencia etapista.

Esta tendencia cristaliza el modelo organizativo clásico compuesto por la organziación de masas, las organizaciones específicas y las organizaciones pantalla de tipo juvenil, de mujeres, culturales, etc.

Este modelo surgido a principios del siglo XX tiene un sentido lógico en el momento de su aparición, de crisis y reestructuración capitalista. En el se conjuga en forma de contradicción tanto la necesidad y deseo de autoorganización proletaria, como el reflejo de los cambios en curso que conducen a un nuevo modelo de acumulación capitalista.

En el desarrollo de este modelo se enfrentan y complementan las dos tendencias anunciadas. Por un lado se da la práctica reivindicativa de la tendencia etapista que consolida la estrutura pesada y las nacientes burocracias. Por otro lado se producen explosiones insurreccionales que rompen el etapismo y superan a la organización pesada en un sentido positivo.

La conyuntura histórica de crisis capitalista propicia tal contradicción. Esta puede observarse en la revolución española. Mientras las masas proletarias alentadas por la CNT-FAI desencadenan una revolución sin precedentes generando sus propios organismos autogestionarios, éstas serán a su vez, frenadas y estranguladas por la burocracia de la misma CNT-FAI, que no encontrará dificultades en alinearse con las otras burocracias "obreras" en organismos interclasistas, lo cual será justificado como "necesidad histórica". El epílogo es la derrota del Movimiento Obrero insuficientemente fuerte y autónomo para anular y superar en la práctica insurreccional a sus propias organizaciones representativas.

IV. La tendencia insurreccional del movimiento obrero, no se identifica con formas regladas de organización sino a través de la práctica del ataque directo al Poder sin admitir negociación, diálogo o intermediario alguno con éste. Encuentra su razón de ser y extracción teórica en la acción colectiva o individual del proletariado consciente, que se revuelve contra los aparatos de dominación.

Su objetivo presente e inmediato es la destrucción de dichos aparatos.

La materialización de esta tendencia en el movimiento de masas, surge en todos los momentos de lucha directa que superan la mera reivindicación y se hacen dueñ@s de su propia vida y construcción histórica.

Nacen, en y desde el enfrentamiento y tienen en él su sentido, generando situaciones concretas de destrucción de lo existente y creación de realidades autogestionarias.

Las organizaciones gestadas en el movimiento insureccional de masas, sólo tienen su razón de ser en el instante concreto de la revuelta generalizada. Su construcción a priori o su mantenimiento posterior sólo las conduce a la practica reivindicativa y/o a la recuperación sistemática.

Desde l@s luditas a la insurrección albanesa encontramos las señas de identidad de esta tendencia donde explorar las posibilidades, siempre presentes, de su materialización actual.

V. La tendencia insurreccional del movimiento obrero ha tenido entre l@s libertari@s (incluyendo en este término a todos aquellos movimientos nominados o innominados que han desarrollado una práctica antiautoritaria y revolucionaria) a sus mayores animadores e impulsores. El enfrentamiento directo con el Poder y el deseo de destrucción inmediata de éste, son consustanciales al pensamiento y la práctica libertaria, que rechaza las “políticas de fase” y las representaciones simbólicas.

Si bien la plasmación de esta tendencia en el movimiento libertario no ha tenido las repercusiones “espectaculares” que ha podido tener la tendencia etapista, ella está presente en toda la historia libertaria con una práctica visible generadora de tensiones en el seno del movimiento libertario y del movimiento obrero. Sus reediciones más palpables corren parejas al desarrollo del movimiento obrero insurreccional y encuentran su fusión con éste a través de la catarsis revolucionaria.

El hecho de que el movimiento insurreccional libertario no tenga la magnitud espectacular del movimiento anarquista etapista se debe a sus mismas características. El movimiento insurreccional libertario no mantiene formas de organización pesadas, ni basa su acción en la acomulación cuantitativa, ni se erige en representante de nadie. No posee pues referencias estructurales palpables y sus señas de identidad siguen el curso del enfrentamiento directo y espontáneo del proletariado mientras éste no cae en la manipulación y recuperación de los aparatos burocráticos de las estructuas clásicas. Es, en consecuencia, un movimiento difuso, mayormente tangible en los momentos álgidos de insurrección de masas pero que perdura en los periodos de reflujo revolucionario en las mil y una formas que adquiere la revuelta (sabotajes, expropiaciones, absentismo,...).

Esta tendencia no se restringe tan sólo al hecho violento de la acción directa sino que como movimiento anarquista etapista, también se dota de medios formales de propaganda pero a diferencia de los otros tales medios sólo son herramientas para avanzar hacia el enfrentamiento y profundizar en la lucha insurreccional de las masas.

VI. Dos fenómenos son reseñables:

1. Que la tendencia etapista en el movimiento libertaria siente como un peligro la existencia del movimiento anarquista insurreccional. Pistoler@s, delincuentes, aventurer@s, provocadores, infiltrad@s, psicópatas, son algunos de los adjetivos que tanto el Poder como el/la "revolucionari@" etapista dedican a l@s insurgentes y aunque el etapista pueda admitir e incluso aplaudir la insurgencia lejana (en el tiempo o en el espacio) no la aceptará en el aquí y ahora.

Sus miedos están justificados. La verificación práctica del hecho insurreccional pone en peligro la propia estructura conservadora del/a "revolucionari@" etapista a salvo del enfrentamiento en su feudo ideológico desde donde se puede lucir la pose "radical" sin riesgo de serlo y a la ver mantener pequeños y miserables reductos de poder reproducido en la forma de naturales jerarquías.

2. Ya no existen fronteras exactas entre ambas tendencias, la intensificación y el reflujo de las luchas hacen que la confluencia y la mezcla se den con frecuencia.

Así la frontera inexistente se cruza en ambas direcciones, demostrándonos la historia que el/la anarquista insurreccional encuentra su lógica en el movimiento obrero revolucionario cuando éste se desata de l@s recuperador@s, mientras el/la anarquista etapista ha mostrado en el pasado su facilidad para trazar alianzas con las organziaciones clásicas del movimiento obrero.

VII. La etiqueta insurreccionalista otorgada por un@s y autoasumida por algun@s no deja de ser más que eso, una etiqueta, que corre el riesgo de petrificarse en seudoideología si no se profundiza en el ámbito teórico y práctico de la intervención insurreccional. Más allá de la posible moda que pueda suponer esta "novedad"(¿qué novedad?) para aquellos que idealizan sus aspectos más morbosos y ficticios (principalmente el uso de la violencia como estrategia revolucionaria) y que basándose en un inmediatismo voluntarista poco argumentado desprecien el papel de la críticia. Si de los debates surgidos de la prácticas insurreccionales sólo valoramos las formas no tardarán en aparecer quienes suscriban un nuevo -ismo que les ahorra pensar.

VIII. Desde lo que (no) hay, en el pobre panorama libertaria actual nos encontramos con un número creciente (creciente por la dinámica escisionista en que se ve envuelto que evidencia su debilidad) de organizaciones pesadas que se reclaman libertarias desde muy distintos ámbitos. Unas se aproximan más que otras al reformismo y otros se revuelcan en el indecorosamente, mientras algunas nadan en el ostracismo absoluto que no lleva a ningún sitio.

De las diferentes familias anarcosindicalistas a los “autonomistas organizados” se nos ofrece un arco iris de posibilidades perdidas en los trayectos de la política reivindicativa etapista.

Sus diferencias teóricas ante un inexistente auditorio sólo evidencian sus compartidas miserias, la imposibilidad de destruir o contribuir a la destrucción de la miseria realmente existente y su inconsciente contribución a ésta.

Sin un movimiento revolucionario a la vista pretenden suplantarlo a partir de un crecimiento cuantitativo que l@s convierta en la organización guía de las masas, dejándolo todo postergado a un futuro inexistente en el que vuelvan a producirse las “condiciones objetivas” de un pasado mitificado. El enfrentamiento con la realidad se hace en consecuencia imposible.

Ni el 17, ni el 36, ni el 68, ni el 77 van a volver por más que copiemos las organizaciones que en esos momentos se dieron, hecho que demuestra que en lugar de aprender de los hechos históricos sólo hemos sido capaces de imitar sus carcasas.

Sobran mitologías ortopédicas y mentiras complacientes y faltan autocrítica, acción y objetivos concretos para el ahora, desde donde proyectar todas esas ganas frustradas de rebelión que estando presentes se ahogan en los pudrideros de las “viejas y nuevas” estructuras.

IX. Tres afirmaciones sobre el tiempo presente:
1. El proletariado no ha sido abolido. Ha modificado su composición en el transcurso de las reestructuraciones capitalistas convirtiéndose en sujeto menos perceptible más irreconocible. Sin embargo, es creciente, a la par que su descomposición como sujeto unitario, la existencia de una mayoría explotada, privada de todo poder de decisión sobre sus vidas.

2. El capitalismo sigue desarrollando sus alienaciones. Éstas ya no están sólo sujetas al modelo productivo que tiene su eje en la fábrica y el trabajo centralizado. En el momento en el que el capitalismo ha convertido toda actividad humana en mercancía el trabajo represivo ha traspasado los muros del recinto fabril para abarcar todos los aspectos de la supervivencia social. La alienación es ahora global.

3. La posibilidad de revolución es una posibilidad presente. El problema teórico planteado hace un par de siglos por el socialismo no ha sido resuelto, tan sólo reestructurado, ahondándose en la contradicción inherente al sistema capitalista.

X. El objetivo revolucionario, pasa por incidir en tal contradicción que posibilita la generación de movimientos reales capaces de superar el estado actual de las cosas.

Ataquemos a través de la practica subversiva, la realidad cotidiana que tod@s l@s sometid@s a la dominación capitalista sentimos, aunque una gran mayoría vea esa realidad distorsionada por la reducción a espectáculo que el sistema hace de ella.

Utilicemos como estrategia el enfrentamiento continuado. Donde y cuando l@s individu@s insurrect@s decidan, desde una perspectiva global que no admite dialogo alguno con el Poder.

Salir a la calle a perturbar el miserable y embrutecedor orden de las cosas haciendo visible la brutalidad sistemática que tod@s percibimos esencialmente.

Desatar nuestra rabia es un objetivo posible en el aquí y ahora, unir nuestra rabia a la de nuestr@s iguales será una necesidad ineludible.

XI. El ataque es la acción colectiva o individual contra la cotidianidad, sin necesidad de excusas en forma de acontecimientos mediáticos teledirigidos por el Poder.

No es necesaria ninguna masacre televisada para atacar. Protestas dirigidas contra tal o cual fenómeno parcial sólo evidencian la manipulación folclórica de éstas, que eluden la globalidad del enfrentamiento, reduciéndose la protesta a un consentido desahogo vacío.

El ataque muestra sus pretensiones destructivas de la totalidad porque el objeto atacado es tan sólo una excusa para cuestionar lo existente. Es, en consecuencia, irrecuperable.

XII. La violencia es un aspecto secundario en el ataque, no su razón de ser. El ataque es toda forma de destrucción de lo existente de donde parte la posibilidad de generar nuevos nodos de creatividad.

La creación-destrucción es un proceso que se retroalimenta en el transcurso de la lucha.

XIII. La organización informal es una vía óptima para la organización del ataque anarquista. La organización informal no se basa en estructuras clásicas y pesadas sino que se adapta al momento y la voluntad de acción de l@s insurrect@s, no supeditando sus deseos a la estructura y su programa.

La organización informal se da a través de la afinidad entre individu@s y grupos tiene en ésta, y sólo en ella, su nexo de unión y la formación de un tejido orgánico nunca acabado, siempre en movimiento.

La organización informal se da en el territorio y puede ser tan extensa como de sí la afinidad, no estando sus miembrxs sujetxs a mayores compromisos que los adquiridos voluntariamente y siendo su cohesión tan fuerte como sea la pasión compartida por destruir el Poder.

No poseyendo órganos ni comicios de decisión a ésta se llega desde el encuentro, la comunicación, el debate y la acción. Los hechos nos dan las claves de la afinidad con nuestr@s iguales.

No cabe duda que hemos de encontrarnos con todos aquellos grupos e individu@s, con los que, aún sin saberlo, estamos recorriendo el mismo camino.

XIV. El militantismo es la antítesis de la responsabilidad individual. El primero es sometimiento a la ideología y a la organización, es martirio, acción separada de la vida, alienación. El segundo es acción vivida y compartida, ruptura de la alienación liberación del deseo.

Superamos el militantismo cuando nos hacemos responsables de nuestros actos por muchos esfuerzos que nos supongan.

La organización informal anarquista es la organización de individuxs responsables no de militantes.

XV. La organización informal tiene una necesidad de autonomía extrema ya que su propia composición es autónoma, de la/el individu@ al grupo, del grupo a la red.

XVI. La organización informal tiene una necesidad de comunicación constante como un todo impreciso que piensa y actúa, que decide y lucha a un mismo tiempo. El acuerdo entre sus miembr@s se da de forma natural y es fruto de las necesidades sentidas y la responsabilidad individual.

XVII. La organización informal tiene una necesidad de autocrítica implacable. Siendo su propia existencia una crítica práctica al miserabilismo impuesto por la falsa paz social, se hace imprescindible el análisis de sus actos sin buscar la autocomplaciencia, evitando la fosilización y recuperación sistemática, recuperación que es la primera forma represiva del sistema contra las potencialidades revolucionarias.

Todo es cuestionable y susceptible de crítica, no hay recetas mágicas. A partir de aquí la práctica ratifica o no la teoría y viceversa, evitándose caer en la reproducción de estereotipos y modelos ideológicos y cuestionando todo apriorismo y mistificación.

XVIII. La organización informal tiene necesidad de espacios autogestionarios en el territorio desde donde operar, experimentar y encontrarse l@s individu@s, grupos e iniciativas insurgentes. Espacios que ya de por sí, supongan ruptura y ataque contra el sistema y desde donde se construyan situaciones reales de autogestión libertaria.

XIX. La organización informal tiene la necesidad de impulsar redes de comunicación, debate y difusión de ideas. Redes que cubran la necesidad de comunicación directa entre l@s insurgentes y las diferentes luchas en curso, sin caer en la contrainformación (interpretación y transmisión de noticias sin más) y/o transmisión ideológica (venta de un modelo a imitar) que vendría a ser el reverso de la información y/o transmisión ideológica oficial (en escala diminuta) pero en sus mismos parámetros alienantes.

XX. La organización informal tiene la necesidad de dotarse de medios materiales para combatir la represión. La solidaridad con l@s represaliad@s ha de ser una constante prioritaria puesto que es la única defensa de la/el revolucionari@. La solidaridad con l@s compañer@s represaliad@s no puede quedarse en una pose o una actividad circunstancial.

XXI. Al hilo de lo expuesto, la organización informal evita y combate la reproducción en su seno de relaciones sociales capitalistas y es generadora de relaciones sociales comunistas y realidad latente, en el aquí y el ahora, de la sociedad libertaria.

XXII. Las necesidades de la organización informal no son un catecismo preestablecido que ha de ser cumplido obligatoriamente punto por punto. Se trata de necesidades que se dan en el transcurso de la lucha y que pueden adoptar formas diversas y variables, si bien, en esencia, son consustanciales al desarrollo positivo del proceso. Ninguna necesidad verdadera surge de forma provocada y ninguna es superior a otra, sino que estas aparecen como necesarias por la propia dinámica del enfrentamiento.

XXIII. La organización informal no es organización separada de las luchas, ni superior o guía de éstas. Es parte consciente de la tendencia insurreccional del movimiento de l@s explotad@s y participe de las luchas sociales. No renunciando en los periodos de reflujo y falsa paz social al enfrentamiento y fusionándose de forma natural en los movimientos autónomos de clase cuando estos se desarrollan en dirección insurreccional.

XXIV. Pese a quien afirma lo contrario la organización informal es organización. Desde l@s etapistas organizacionistas, para quienes toda acción ha de pasar primero por acabar la siempre inconclusa organización perfecta, hasta l@s individualist@s, incapaces de articular cualquier actividad en compañía de otr@s y en consecuencia instalad@s en la crítica y en el güetto de sus propias ilusiones, la gama de opositor@s teóric@s y práctic@s al desarrollo de la organización informal como organización y no como mera formalidad va desde sus detractor@s más acérrim@s a sus supuest@s precursor@s más teóric@s.

XXV. La mistificación cuantitativa pasa en la actualidad por dos caras de una misma moneda. La de quienes necesitan de la acumulación significativa de parroquian@s para decidirse ha hacer algo que vaya más haya de las rutinas simbólicas y las de los que sólo son capaces de "hacer" desde las capillas grupusculares suponiendo que estas son la garantía para prevenir los males de los que se acusa a las organizaciones pesadas. Si l@s primer@s quedan instalados en el limbo, l@s segund@s tampoco llegan más lejos puesto que las limitaciones que suponen al actuar colectivo les aparta irremediablemente de la intervención social y de los hipotéticos movimientos de masas adoptando poco a poco la conciencia de vanguardia voluntarista, y me refiero intencionadamente a movimientos de masas por el miedo de algun@s a tal término.

Si la organización informal no es organización separada debe partir, buscar y concluir en el movimiento de l@s explotad@s y extender su práctica-teoría en y desde la realidad de las luchas y no desde ilusorias barricadas y fantasiosas clandestinidades con afanes tan meritorios como suicidas. La organización informal debería ser el aglutinante de la tendencia insurreccional del movimiento de l@s explotad@s en su propio seno en lugar de otro factor de dispersión.

En cualquier caso el número chico no vacuna de los males achacables a la organziación pesada (delegacionismo, organizacionismo, burocratización,...). Como prueba basta echar un vistazo a los grupitos de nuestro alrededor involucrados siempre en sus asfixiantes dinámicas.

XXVI. Los movimientos sociales autónomos son organismos populares que responden a necesidades sentidas. Se desarrollan al margen de los aparatos de recuperación del Poder, manifestándose en las prácticas de la autogestión y de la acción directa.

XXVII. Los movimientos sociales autónomos surgen como negación de aspectos concretos y cotidianos de la explotación capitalista. Su objetivo es destruir tal aspecto, atacar un aparato del Poder. En consecuencia tienen una limitación en el espacio-tiempo.

XXVIII. Si el movimiento autónomo incide en el ataque y la práctica insurreccional, tiende a radicalizarse adquiriendo una cosmovisión de la realidad, buscando en tal caso nexos de unión con otros movimientos similares y alcanzando un pensar y actuar global.

XXIX. La creación de situaciones insurreccionales difusas por parte de los movimientos autónomos, su conexión, cohesión, amplificación y radicalización transforma los momentos efímeros de revuelta en momentos de revolución y autogestión generalizada. Los movimientos autónomos se transforman por la vía insurreccional en movimiento revolucionario.

XXX. Los movimientos sociales difieren de los movimientos sociales reformistas en que estos últimos basan su acción en la reivindicación parcial, lo cual no niega la dominación capitalista, simplemente demandan de esta una cesión de poder un servicion concreto insatisfecho.

En la práctica no es fácil diferenciar entre uno y otro y es su propia evolución, en muchos casos, y las circunstancias que los envuelven las que nos darán las claves para su reconocimiento.

XXXI. Hay que distinguir entre movimiento autónomo como práctica autónoma del proletariado y organización autónoma como estructura ideologizada que pretende suplantar al movimiento mitificándolo y vaciándolo de contenido.

La ideología no es autónoma, está sujeta a sus propias limitaciones, es falsificación de la realidad.

Sólo la crítica y la acción pueden ser autónomas.

Epílogo.

Lo expuesto en estas tesis no tratan de expresar el deseo de un modelo organizativo. Tratan de indagar desde la crítica las líneas generales que ayuden a superar el estado actual de las cosas. Como se ha dicho esto no es un catecismo. Existen formas dispares de actuar y hacer y diversos caminos que tomar, siendo imposible preestablecerlos sin caer en ficciones ideológicas.

Pero si bien es cierto que existen formas dispares de actuar y diversos caminos que experimentar, sólo existe uno para el no hacer y ese ya lo conocemos.

Otoño de 1999.

La destruccion del Estado

El estado moderno
Derribad todos los edificios que desde cualquier punto de vista representen un símbolo de opresión. Ningún vestigio del pasado deberá ser respetado. Es necesario, de una vez por todas, hacer tabla rasa con todas las instituciones gubernativas, jurídicas, religiosas, administrativas, etc. Que todos los monumentos, que podrían usarse como punto de reunión de alguna autoridad cualquiera, sean abatidos sin piedad ni remordimiento. Compañer@s, endureced vuestros corazones porque hará falta mucho odio para terminar esta limpieza... haced saltar las iglesias.. los cuarteles, las prisiones... los ayuntamientos...
Quemad todos los papelotes administrativos doquiera se encuentren. ¡Al fuego los títulos de propiedad, de renta, de acciones, de obligaciones! ¡Al fuego las hipotecas, las actas notariales, las actas de sociedades! ¡Al fuego el libro de deuda pública, el de los prestamos comunales y departamentales! ¡Al fuego los libros de los bancos y de las cámaras de comercio, los pagarés, los cheques, las letras de cambio! ¡Al fuego los papeles del censo, de reclutamiento, de la intendencia militar, de las contribuciones directas o indirectas! ¡Al fuego todos esos papeluchos malsanos, títulos de esclavitud de la humanidad, defendidos por millones de datos, de esbirros, de jueces de todo tipo.

De L´Indicatore anarchico

Aunque el Estado no sea la consecuencia inevitable de la complejidad de las condiciones de vida, de todos modos sigue siendo considerado una realidad insuperable y sin comparación.

Parece como si el Estado sostuviera el mundo: en vez de ser considerado un producto de la sociedad se presenta como su garante, si no como su fundador. Asegurando la cohesión, parece darle vida.

Guardián de nuestra existencia, el Estado está fuera de nosotr@s, está dentro de nosotr@s; el Estado somos tod@s y va ocupando progresivamente la entera existencia de cada cual.

No hay territorio en el mundo que no pertenezca a un Estado. La socialización política, económica y técnica del mundo le permite imponer su voluntad y sembrar su esencia venenosa por doquier, difundiendo su propia propaganda a través de una miríada de periódicos, de radios y televisiones, enviando en brevedad su policía allá donde sea requerida su intervención gracias a la rápida comunicación y a un desarrollo tecnológico cada vez más avanzado.

Cualquier Estado de hoy tiene infinitamente más poder que los tiranos de antaño. A pesar de esto estamos habituad@s de tal forma a su presencia que no llegamos ni siquiera a percibirlo como intruso, mucho menos como un enemigo. Aun cuando es denunciado violentamente como parásito, el Estado es considerado indispensable para la supervivencia de la sociedad. Dicen que se trata de un mal necesario, superable tal vez en el lejano porvenir de la fantasía política.

Así, incluso en su intención más extremista, la abolición del Estado tiene un sentido más que nada aparente. De transformación social, no se habla.

La relación del/a individu@ con la totalidad de la sociedad, en otro tiempo centrada en su fe en Dios como principio y regulador supremo, ha encontrado en el Estado su expresión profana: ya no es a un ser al que se le atribuyen cualidades sobrenaturales, sino a la sociedad en su conjunto, que dispondría de una virtud y de una naturaleza autónomas, distinta de las peculiaridades de las relaciones sociales y de quien determina estas relaciones.

El/la individu@, que ya no es dueñ@ de su propia vida al estar ocupado en una actividad que se le designa por una división general sobre la cual no tiene poder, ve como su propia acción se transforma en una fuerza extraña que se le opone y le somete. La potencia social –la fuerza productiva aumentada determinada por la cooperación recíproca de los hombres y mujeres- no le parece suya, sino algo monstruoso y opresivo, capaz de destruirlo en cualquier momento.

Nos sorprende que l@s human@s hayan considerado a los dioses como reguladores de su existencia, pero los hombres y mujeres modern@s actúan y piensan como si la sociedad estuviera hecha por el Estado y no por ell@s mism@s. La sociedad se ha vuelto autónoma respecto al/a ciudadan@; esta autonomía se ha fosilizado en el Estado. Por un giro ideológico, el Estado se convierte creador y dispensador de las riquezas tomadas a la sociedad, incapaz de administrarlas por su cuenta. Entonces parece inverosímil poder obrar sobre el discurrir de las cosas. Como si fuese Dios, de designios impenetrables, quien se encargase de la marcha de los asuntos terrenales.

Asimismo el problema de los “patronos” –vocablo en desuso en estos tiempos caracterizados por la tolerancia y el pluralismo democrático- siempre ha sido constituir un contrato social, no tanto para construir una economía nueva, que ya existe, como un Estado que favorezca su desarrollo. Existe por tanto una organización social que une a l@s individu@s, atomizad@s por la disolución de los viejos marcos (órdenes, corporaciones, distritos y “solidaridades” locales) y por un gentil modo de producción dominado por al rivalidad y la competencia.

La organización política viene así definida por un contrato; l@s individu@s deben renunciar a su propia potencia social en beneficio del Estado. “Las buenas instituciones sociales son aquellas que mejor saben desnaturalizar al hombre, quitándole la existencia absoluta para darle una relativa y transportar el yo a la unidad común; de manera que cada individuo deje de considerarse único, sino una parte de la unidad, y no tenga ya sensibilidad en el todo”. De esto que Rousseau deseaba, Tocqueville, un siglo más tarde, teme los efectos: “El despotismo me parece particularmente temible en las épocas democráticas (...) En los siglos de igualdad, cada individuo está naturalmente aislado (...) Se le pone fácilmente aparte, se le pisotea fácilmente”.

L@s monárquic@s sostenían que la ausencia de un orden jerárquico provocaría un fuerte aislamiento de las personas, hasta el punto de que sólo un estado implacable puede unificar la sociedad. Est@s verdug@s se equivocaban considerando que el despotismo habría tomado siempre la apariencia de un dictador, en cuanto ha acabado por asumir una fisonomía más bien impersonal.

Sin su función social convertida en indispensable, se reduce al Estado a su aspecto político de represión o al de regulador de la economía. ¿Cómo explicar entonces que sea aceptado y juzgado esencial, a pesar de su aspecto opresivo?

Es inevitable que en cada estado las relaciones y los actos más sencillos se transformen o en relaciones mercantiles o en actos administrativos. Lo peor no es tanto que el Estado prohíba y obligue como que esté siempre presente. El Estado se erige por encima de l@s hombres/mujeres; trabaja de buena gana por su “felicidad”, pero quiere ser el único agente y el único arbitro. Prepara su seguridad, prevé y asegura sus necesidades, facilita sus placeres, dirige sus principales negocios, les conduce sus industrias, regula sus sucesiones, divide sus herencias. Si pudiese, les quitaría del todo la molestia de pensar y el esfuerzo de vivir, llegando a ayudar a aquellas categorías sociales que en otro tiempo la sociedad tomaba a su cargo, ya que la aplicación pura y simple de la lógica de mercado y salarial dejaría morir de hambre a un buen número de viej@s, enferm@s, y otr@s “desfavorecid@s”.

Su opresión viene dada precisamente por esta sustitución suya de la actividad humana, a través de la cual adquiere su poder, reduciendo toda una serie de actos “naturales” (como podrían ser considerados el calentarse, el dar a luz o ser solidari@) a un servicio público. La división social se ha hecho algo indispensable por la incapacidad de los hombres y mujeres para satisfacer sus propias necesidades vitales.

También la escuela se halla entre los elementos constitutivos de este sistema; sólo el Estado moderno la desarrolla hasta el nivel sorprendente hoy alcanzado. Aprender se ha transformado en un problema gigantesco que presupone un enorme aparato y una poderosa burocracia. En los países “subdesarrollados”, enseñando a desaprender el trabajo agrícola, el sistema escolar pone las bases de una sociedad capitalista: destrucción de la cultura alimentaria, creación de proletari@s obligad@s a convertirse en asalariad@s. El capital desarraiga al hombre/mujer y hace de él/ella un/a inválid@ sin el apoyo del Estado.

La originalidad de Occidente está en el haber creado un Estado que vive en paralelo a su economía, al mismo tiempo causa y efecto de una acumulación de medios de producción desconocida en Oriente, lo cual le permite sobrevivir a las conquistas y las crisis políticas. En Asia, se podía destruir un Estado arrasando alguna ciudad; el Estado actual vive de otra fuerza, como se puede ver por las ruinas de las guerras modernas y de la facilidad con la que se reconstruye en cada ocasión.

Dictadura y democracia
Contrariamente a la difundida mitología de izquierda, las formas políticas democráticas y dictatoriales se suceden y se generan recíprocamente, sin intervención proletaria directa. Las dictaduras no llegan al poder después de haber vencido a l@s explotad@s insurrect@s en el curso de las luchas de la calle: son las democracias y todo el movimiento reformista (político y social) quienes vencen a l@s revolucionari@s, con las armas y el timo electoral. Quien hace de la reacción militar el coco, como si se tratara de la única forma de contrarrevolución, debe reflexionar sobre el hecho de que no se derrota al proletariado sólo con la acción militar. Es cuando el proletariado está ya vencido socialmente que la contrarrevolución se torna militar y por lo tanto violenta. El fascismo italiano se enfrentó a l@s trabajador@s agrícolas e industriales, mas triunfó sólo después de que l@s trabajador@s hubiesen sido dividid@s por las votaciones, por los intentos de conciliación de l@s socialistas y por la intervención material del Estado democrático.

Las dictaduras no caen bajo los disparos de las masas por fin amotinadas contra la tiranía. Ceden por sí solas el puesto a la democracia. En Italia fue el propio régimen quien retiró los poderes al “dictador” Mussolini, quien decidió un retorno progresivo a la democracia, tomando contacto a tal fin con los partidos de la oposición hasta entonces proscritos y abriendo negociaciones con los Aliados para dejar listo el cambio. En el 45, en Alemania, fue la derrota militar la que hizo caer el régimen, que los Aliados sustituyeron por sus propios dirigentes, tanto en el Este como en el Oeste, antes de que los dirigentes “nacionales” retomasen las riendas del poder. En 1975, en Grecia, la caída de Chipre y la presión americana obligaron a los coroneles a dejar el puesto a los demócratas (por lo demás éstos más bien de derechas) que esperaban su turno en el exilio y que fueron, naturalmente, a ocupar su nuevo puesto. Algo similar ocurre en Portugal y España. En tiempos más recientes, algunas facciones de poder en países como Chile, Filipinas o Sudáfrica han comprendido que la vieja fórmula política no se sostenía ya y han tomado la iniciativa de un cambio de régimen para volverlo más “suave”, proceso todavía en curso. A pesar de, y gracias a algunas oposiciones aún presentes, la puesta en marcha de una democratización progresiva, controlada y más racional se puede considerar ya imparable en diversos países.

Ha una lógica igual de rigurosa tanto en “los suicidios de la democracia” como en los consiguientes “retornos” de la democracia. No se trata más que de un reparto de tareas y de una concentración en el tiempo de la violencia necesaria para liquidar la oposición que obstaculiza la buena marcha del sistema. La política, entendida en el sentido clásico del “arte de gobernar”, ha considerado siempre la dictadura como un medio excepcional adoptado por el Estado en caso de extrema urgencia, como una guerra civil o una grave crisis económica y social. En tales circunstancias el pluralismo democrático, el parlamentarismo, los partidos de masas y los sindicatos, que en otros momentos son incluso eficaces para contener el empuje revolucionario, pueden crear una situación de confusión, no ciertamente revolucionaria, pero que impediría una reinstauración rápida y adecuada del orden. Entonces la dictadura se vuelve fundamental para disciplinar a la sociedad, desarrollar la economía, aplacar los antagonismos generados, imponer la paz social. Carácter esencial de la dictadura la concentración de todos los poderes-político, militar, económico, administrativo- en manos de un único individuo o un pequeño grupo a cuyo arbitrio se deja por completo la dirección y gestión de la nación.

Sin control ni vínculos de tipo legal, la dictadura no tienes por qué temer situaciones embarazosas durante su actividad de gobierno y puede utilizar mano dura para salir de la crisis.

El fascismo fue un ejemplo de esta concentración forzada en países –como Italia y Alemania- en los cuales la unidad política era frágil, con la cuestión nacional mal resuelta, y en los cuales el movimiento obrero reformista había asumido demasiada importancia tras los momentos revolucionarios que había frenado (la ocupación de fábricas en Italia y el movimiento de los consejos en Alemania).

El antifascismo quiere empujar al poder (según los casos) a volverse o a permanecer democrático, para impedirle que se haga la dictadura. Pero las formas políticas del Estado dependen de las necesidades del momento: los partidos reformistas, l@s trabajador@s, las masas no pueden hacer nada, suponiendo que quisieran hacer algo. No existe un “elección” hacia la cual l@s trabajador@s podrían dirigirse o ser dirigid@s a la fuerza. En ciertas fases, la organización estatal no puede seguir siendo pluralista, debe centralizar por la fuerza los componentes de la sociedad, hacerlos converger bajo una única dirección. Pero este exceso de poder de los gobiernos dictatoriales determina un carácter de provisionalidad. Un poder excesivo y sin control, estando particularmente influenciado por las cualidades de los individuos que lo encarnan, está mucho más sujeto a caer en errores que lo condenen a muerte. Además, con el paso del tiempo, la dictadura se crea muchos enemigos incluso entre las clases más acomodadas, las cuales -pasado el peligro que hizo necesaria la instauración de la dictadura- sienten la necesidad de liberarse del absolutismo, a fin de disfrutar del privilegio y del poder.

Es entonces cuando la democracia retoma las riendas del Estado. He aquí por qué en este juego de alternancias la dictadura aparece simplemente como una especie de "cura" para una democracia enferma, un terrible desfogue de sudor para sanar la fiebre.

El secreto del paso de la democracia al fascismo, y viceversa, se puede resumir fácilmente en la fórmula: "cambiar el régimen para salvar el Estado". De hecho eso es exactamente lo que hacen en alternancia el advenimiento de las dictaduras y el retorno de las democracias a la cabeza del Estado, que aún así se presentan a cada ocasión como una "victoria de la clase trabajadora". Esta impostura se ha vuelto posible por el hecho de que ambas, dictadura y democracia, se presentan como superación de una situación social ya insoportable. Como diciendo "mejor la dictadura al desorden social y mejor la democracia a la tiranía".

Estas dos formas de gobierno no sólo son similares por corresponder ambas a una necesidad contingente del Estado, sino que tienen más cosas en común. Por ejemplo todos los regímenes de cualquier continente organizan, más o menos a largo plazo, un simulacro de vida parlamentaria. Desdeñoso del "parlamentarismo podrido", Hitler mantiene hasta el momento de la guerra una ficción de Reichstag soberano. En 1939 le hace votar la declaración de guerra, por otra parte no sin recurrir a un subterfugio ridículo: faltando demasiados diputados, hizo ocupar los puestos vacantes por funcionarios del partido. Stalin -y luego las democracias populares- han tenido que reproducir las formas electorales, vaciadas de todo significado. El partido único no era el único en liza, había candidatos "sin partido" y, en las democracias populares, partidos satélites distintos al PC, todo para obtener un resultado positivo casi unánime.

La fuerza-necesidad del régimen no está sólo en encontrar los jefes o una mayoría, sino también una oposición, en dotarse de un lugar donde poner en escena sus incertidumbres. La vida política en su conjunto es modelada según esa necesidad. En los países democráticos está vigente la alternancia de partidos cuyas acciones son poco menos que idénticas, pero que tienen el valor no desdeñable de representar soluciones diversas. El tan cacareado pluralismo no impide de todos modos la presencia de personalismos que no por casualidad son considerados "pequeñas dictaduras". El caso de políticos como Andreoti [1] o Craxi [2] en Italia es ejemplar, y debe notarse como la crítica a su actuación es dirigida precisamente en nombre de la democracia.

Que se puedan aprovechar estas "evoluciones" para manifestarse sobre un terreno subversivo o simplemente para poner en aprietos las racionalizaciones del poder político y económico no ha de excluirse, pero eso no asegura una perspectiva revolucionaria en la medida en que no se plantea más allá de la contraposición democracia/dictadura. El dominio no es nunca tan fuerte como cuando consigue movilizar a las masas en su provecho, convenciéndolas incluso de combatir por ellas mismas.

La tensión social presente hoy en Italia puede ser considerada un claro ejemplo. La fuerte "crisis" económica, aún en curso, que ha provocado despidos masivos, huelgas, enfrentamientos más o menos violentos -por lo menos en apariencia- si por un lado parece turbar los dulces sueños del Ministro del Interior, por otro muestra su inofensividad desde el momento en que es reivindicado el derecho al trabajo, exactamente aquello sobre lo que se basan el Capital, el Estado, la explotación. Medio de ganarse la supervivencia en una relativa indiferencia al qué hacer para ello, el estado de asalariado necesita de una organización externa al trabajo, una organización que sea un encuadramiento contra la fuga adelante que dejaría atrás el trabajo. Un órgano externo es necesario para recomponer la unidad de la producción y asegurarle su ejecución, y este órgano es el Estado. Pedir trabajo significa pedir la presencia del Estado.

La Izquierda y el Estado

Los debates en los partidos de izquierda se reinician discutiendo sobre las polémicas de principios de siglo.

La socialdemocracia alemana se constituyó en parte como reacción hacia quien había canjeado el apoyo de los trabajadores a Bismarck por una mejora de sus condiciones. Rápidamente legalizado, el partido socialista adopta la misma postura.

Bernstein confía en una evolución progresiva del Estado, que se podría abrir a una discusión democrática y estimular derechos y reformas cada vez más numerosos.

En contraste, Kautski sostiene que el Estado es una estructura de clase y no puede ser reformado desde dentro, a pesar de lo cual no le dirige una crítica efectiva, terminando por proponer otro Estado que ocupe el puesto del existente, pero animado por el movimiento obrero y sus propios intereses -obviamente tras haber superado el estadio del conocimiento científico. Además se detiene, entre otras cosas, en la renovación del parlamentarismo.

Lenin disocia la revolución en "comunistización" (que deja aparte reduciéndola a la electrificación) y la creación de un nuevo órgano dirigente administrativo.

Las posiciones de Bernstein, Kautski y Lenin ‑contradiciendo el tan cacareado hundimiento de las ideologías ‑sirven de modelo a todas las variantes que se han visto y que se ven todavía hoy en los partidos estalinistas, socialistas y en los grupos de izquierda, así como en sus debates. Estas posiciones se fusionan hoy hasta tal punto de que es imposible desgajarlas.

Desde la mitad del siglo XIX, el movimiento obrero oficial ha querido al mismo tiempo hacerse reconocer por el Estado e integrarse en él. Desprovista de una base económica -a diferencia de la burguesía- la burocracia obrera no tiene otro medio para promoverse y acceder al control de los medios de producción que entrar en el Estado y aumentar la intervención de éste. Incluso en países donde el movimiento obrero es una potencia financiera, como en Alemania -donde los sindicatos poseen uno de los principales bancos del país- siempre se ha esforzado en penetrar en el Estado para disponer de un control más directo sobre el capital.

Por otra parte es requetesabido que para la izquierda la gestión pública es preferible a la privatización, pero porque considera que es más fácil influenciar y engrasar los engranajes estatales que los de la economía privada. Así, se las arreglará para denunciar las "maniobras de la patronal" sobre este o aquel sector, exigiendo que el Estado sea su único responsable. Fiel sierva de las instituciones, la izquierda se limita a reprochar al Estado que la excluya.

Si en un tiempo l@s estalinistas, que siempre han reconocido el poder del Estado, se batían para transformarlo en un "Estado obrero", hoy, para estar acordes con los tiempos, concluyen que es necesario democratizarlo. Habiendo el Estado invadido toda la sociedad, hasta el punto de que las luchas sociales se desarrollan en su interior, deducen de ello que el Estado ya no debe ser conquistado, sino ocupado. No es ya ni siquiera el "Estado instrumento de clase", sino un espacio social donde intervenir a cualquier precio. La más pequeña oposición, todo matiz antagonista por mínimo o ilusorio que sea, va poco a poco desapareciendo con la decadencia de las vetustas ortodoxias ideológicas, que son sustituidas por el crudo realismo político. Un estalinista moderno y flexible como Occhetto [3] muy bien puede ser considerado como hombre del futuro, mientras que un estalinista anticuado y rígido como Cossuta [4] es ya un hombre del pasado.

Todas las tendencias de la izquierda se unen para promover su intervención dentro del Estado, y si es posible a su cabeza. No es por eso extraño que los partidos de izquierda no hayan hecho nunca una crítica del Estado. La costumbre, también progresivamente adquirida, a la tutela integral, sirve a fin de cuentas para destruir cualquier iniciativa individual; si se espera todo del Estado, después, al primer movimiento de fuerzas, se exige todo de El, atribuyéndole todas las responsabilidades. Lo que la izquierda protesta del estado es en cierta forma que no sea como debiera. Lo quiere paterno y conciliador; imparcial, por tanto independiente de la división en clases de la sociedad; justo, esto es fuera de la realidad de la historia de la lucha de clases; neutral, por tanto patrimonio común de todos; desea que sea el educador del pueblo.

La izquierda que espera todo del estado y de sus fieles servidores (Di Pietro [5] como ejemplo) se queda como el mejor defensor del Estado -providencia y por tanto lo acepte o no- del Estado fuerte. Paradójicamente, a parte del anarquismo, que se ha quedado sin embargo marginal, ha entregado la crítica aparentemente más radical de las instituciones a las fracciones más extremistas de la derecha.

Equiparando la dictadura a un proceso de "fascistización" cada vez más amenazador y el "comunismo" a una liberación democrática, la izquierda glorifica la democracia, pasa cerca [6] de la crítica al Estado y aplaza la cuestión social. La cuestión de las relaciones sociales, de la naturaleza de la actividad productiva, del contenido de la vida, se diluye en la reivindicación de derechos cada vez más numerosos: es necesario poder hacer esto y aquello. Pero quien habla de derechos habla de una fuerza que los otorga, los limita y sanciona su no‑respeto. La idea de derecho implica la de deber: por tanto es precisamente una multiplicación de deberes lo que la izquierda reivindica. Para consentirnos ser "libres" el Estado debe intervenir cada vez más en todos los aspectos de la vida. Totalitarismo declarado y movimiento democrático se hacen así, tanto uno como otro, paladines del Estado: el primero para que sea fuerte, el segundo para que nos tome bajo su ala protectora, lo que es lo mismo.

La sociedad civil

Es el conjunto de l@s individu@s que se quieren arrastrar por la democracia totalitaria de una sociedad uniforme, en la que cada cual, adecuadamente representado, está convencido de que sus propios intereses particulares coinciden con el interés general.

Entre el individuo atomizado y la sociedad representada por el Estado, existe una increíble cantidad de reagrupamientos intermedios -familia, empresa, sindicato, partido, colectividades locales, asociaciones de vecinos, agrupaciones de consumidores, etc. La dictadura los reorganiza con la fuerza y los controla directamente. La democracia les hace jugar su propio juego, a favor de la sociedad entera.

El principio de la democracia es permitir la "libre" iniciativa de l@s individu@s y grupos, sabiendo bien que están bajo un marco de explotación y opresión ‑en el que la lógica del valor y del salario, por un lado, y la del consenso y la costumbre de delegación, por otro, acaban por imponérseles sin obligación externa ellos actúan para el mantenimiento del Estado, al cual no consiguen renunciar.

El programa de la izquierda prevé compensar la fuerza del Estado con la de las organizaciones de masas en las cuales los individuos se encuentran sobre la base de su trabajo, su domicilio, de sus intereses como consumidor@s y de usuari@s. Que cada un@ participe en la vida de la ciudad y de la nación, reivindique, milite para aumentar las competencias de su propia organización: he aquí en qué consiste cambiar la vida! La militancia ha perdido su carácter estrictamente ideológico y la "sociedad civil" ha reemplazado al "partido" como referente de la actividad política de l@s individu@s. Sólo la alienación sigue siendo la misma.

He aquí donde la izquierda es totalitaria, a través de esta participación generalizada, más que en los Gulags de triste recuerdo. La dictadura no se expresa a través de la CIA o el SISDE [7] o los varios servicios secretos, sino más bien en el intento de ofrecer a cada individu@ un poder ilusorio, de hacerle participar en decisiones que de todas formas están tomadas de antemano, ya inscritas en la lógica del dominio, hasta tal punto omnipresente en las estructuras materiales y en las relaciones humanas como para penetrar incluso los comportamientos y las conciencias.

Así por ejemplo se concede el "derecho a la palabra" para evitar una efectiva y más eficaz contestación, de manera que una especie de liberación del lenguaje sustituye a una emancipación real. El poder bien sabe transformar la revuelta en discurso y se nutre de todas las aspiraciones a una subversión de la sociedad: la explosión del Mayo del 68 fue realista en la búsqueda, de los medios que han permitido reintroducir el juego y restituir nueva savia al funcionamiento de las grandes organizaciones. Todos, incluso el PC, el ejército y la Iglesia católica, sufrieron este contragolpe del mayo que, si bien turbó su sueño habitual, les abrió de todos modos las vías a una feliz transformación. El dominio se ceba de todo aquello que tiende a destruirlo: la revolución impotente nutre la contrarrevolución.

He aquí por qué, aun cuando las provoca él mismo, el Estado teme las formas dictatoriales, puesto que le privan de la intervención activa de los hombres en su funcionamiento. La dictadura tiende a volver a los explotados pasivos, mientras que la democracia reposa, en principio, sobre su capacidad de reorganizar dinámicamente al menos una parte de su actividad Pero el capital, al mismo tiempo que pone en movimiento a aquellos que le sirven, los vuelve igualmente pasivos. Vive de nuestra participación y la frena al mismo tiempo. Exige una iniciativa de los trabajadores en calidad de implicados, pero la reprime apenas se realiza. Ofrece actividades, volviéndolas de todas formas inviables. Lo que más cuenta para el Estado y el capital es ofrecer una participación que resulte útil sólo a su existencia.

La burocracia estatal organiza lo que es realizado por cuerpos extraños al Estado (individuos, empresas, etc.). Para organizar debe conocer. Para aplicar de la mejor manera sus propias reglas, debe vigilar. Pero para dirigir la sociedad, consagra una parte considerable de sus esfuerzos a dirigirse a sí mismo. El resultado es relegar a l@s individu@s a una condición de sujetos pasivos, dejándoles difícil la más mínima iniciativa.

En la esfera política, lugar de la división de poderes, la actividad que le concierne ocupa las fuerzas sociales hasta el punto de desperdiciar sus energías. De vez en cuando alguien se propone como garante de los límites de un juego que no hay que superar: esto contribuye a salvaguardar un cierto equilibrio.

En este contexto, los proyectos de reforma para hacer el Estado cada vez más social, colocándolo al nivel de los ciudadanos, no pueden regular nada. La revitalización del Ayuntamiento, el municipalismo, no podrá dar algún vigor a un proyecto social ya muerto: regulará a lo sumo algún asunto menor ante la población y el concejo municipal ofrecerá como mucho un espectáculo público de sesiones donde el humo de la cháchara sofocará los problemas reales de los ciudadanos.

Similares reformas descentralizarían las estructuras del Estado dejando intacto su poder: sus medios de acción se habrían multiplicado, los de l@s individu@s dispersado. El mundo militante y político no pide nada mejor: toda esta gentuza quiere el poder. Si se crea una comisión de barrio, he aquí un puesto más donde hacer acto de presencia e intervenir.

La dictadura del Estado tiende a reforzar los procedimientos democráticos y su formalismo; la circulación mercantil por toda la sociedad permite al capital ejercitar su presión por doquier sin recurrir permanentemente a la coacción.

Totalitarismo burocrático y "autogestión" popular coexisten a menudo en el programa de las izquierdas. El uno y la otra son pretensiones asistenciales nacidas de la incapacidad del Estado tentacular para resolver los problemas sociales. Los alicientes estatales y autogestionarios se nutren mutuamente: en el nombre del orden y de la justicia, el Estado quiere reunir los elementos de la sociedad cuya descomposición provocaría por doquier confusión y desorden; en el nombre de la libertad, la "autogestión" quiere aligerar o suprimir las cargas excesivas del Estado a través del contra-poder.

Una blanda oposición

Tampoco los contrastes generados por la actual crisis del Capital y que han llevado, por ejemplo, a la desconfianza en el sindicato y al nacimiento de los Cobas, de los "autoconvocados", del "movimiento de los Consejos" [8], rompen las reglas del juego democrático, que saca su fuerza en la posibilidad ofrecida a todos de participar.

Precisamente la necesidad de producir, y organizar tal producción, se considera, paradójicamente, como el punto de partida de las actuales luchas obreras. Si puede ocurrir que l@s trabajador@s hart@s tiren tornillos contra l@s sindicalistas, debe decirse de todos modos que esos tornillos se tiran siempre contra aquell@s sindicalistas considerad@s "deshonest@s". La crítica a l@s sindicalistas no es todavía crítica al sindicalismo en si, en el más puro estilo democrático, no ataca la economía y la política como tales. Difícilmente la oposición obrera va más allá de imaginar una total descentralización de la sociedad a favor de los consejos, mostrando además haber interiorizado el valor de tod@ productor/a y de toda empresa; su visión del cambio queda anclada a viejas nociones. Pannekoek, teórico del consejismo, se quedaba satisfecho con la noción de Consejo entendido como "reagrupamiento natural de l@s trabajador@s en el proceso de producción".

Esta perspectiva ha tenido históricamente su valor, pero hoy no se puede fundar sobre esta más que una ilusoria autogestión generalizada. El consejismo también se adhiere a la visión de una gran organización democrática, en la cual participa en primera persona una minoría, aunque numerosa (l@s obrer@s), después, en el "comunismo ya conseguido", toda la sociedad. Ahora bien, si la reivindicación de la total responsabilidad de cada cual y de todos sobre la propia existencia es una aspiración capaz de suscitar los actos más subversivos, aquí esta reivindicación se fosiliza, quedándose en el terreno de la mera administración.

El culto de la democracia surge otra vez cuando se presenta el debate, la asamblea, con función de momento privilegiado y preliminar. Para l@s trabajador@s más rabios@s, el sistema de Consejos es concebido como una generalización del parlamentarismo: el Consejo es el Parlamento de la clase trabajadora. La línea de demarcación entre reforma y revolución se establece entonces así: l@s reformistas quieren transformar los órganos decisionales existentes democratizándolos poco a poco, inyectando en su interior dosis cada vez más sólidas de participación de masas; l@s "revolucionari@s" quieren crear otros órganos, instaurar inmediatamente una auténtica democracia, una verdadera estructura de discusión y decisión. Los unos desean actuar dentro, los otros fuera, pero la sustancia es la misma: todos privilegian el momento de la decisión.

Es característico de l@s demócratas iluminad@s querer trasladar el proceso decisional desde los órganos estatales a las fábricas y barrios. En este sentido consejismo y municipalismo caminan de la mano. Puesto que no se salen de la ilusión política, pueden criticar incluso ferozmente al Estado, sin hacer de su crítica más que una fórmula nunca desarrollada.

Fuera del discurso gradualista pero fuera también de todo discurso revolucionario, el proyecto de una vida distinta que no hay que aplazar a un futuro lejano sino experimentar en el presente logra, con toda su radicalidad e inmediatez, plantearse como alternativa al Estado. Fenómeno marginal pero siempre presente, la comunidad, reconociendo todas las miserias de la vida institucionalizada y buscando ponerles remedio, logra eludir la cuestión del Estado dejándola de lado. Ello queda mucho más en evidencia cuando se considera que las contribuciones más significativas al proyecto comunitario provienen del clero o del movimiento ambientalista. La fuerza y dificultad de toda perspectiva basada en la inmediata materialización de una utopía, desde los milenaristas, ha sido querer crear artificialmente una comunidad, apelando a un factor externo para realizar una unidad inexistente: Dios, un ligamen moral o un proyecto imperativo. Ahora bien, es posible que una comunidad humana esté basada sobre lo que es común a l@s individu@s que la componen: sus necesidades y sus pasiones, su modo de satisfacerlas. Es precisamente por ello que el Estado puede desaparecer y una revolución puede ser capaz de encarnar las condiciones para no reconstruir otro nuevo. Pero pensar en concretar los propios sueños -sin una revolución- a través de la vida en comunidad, por muy libertaria que esta pueda ser, revela sólo la mediocridad de esos sueños. El/la eremita está unido al/a consumidor/a de mercancía por el lazo de sangre de la alienación.

Ausencia de salario no es de por sí sinónimo de ausencia de trabajo; la superación de la atomización social a través de la sociabilidad comunitaria adviene en el interior de un espacio cerrado, resolviéndose así en una mistificación. Que la alternativa a la locura metropolitana sea el desierto de las comunidades demuestra sólo la imprescindible necesidad de la destrucción de un mundo en el cual nadie puede ser del todo él mismo.

Una destrucción necesaria

En Rusia, en 1917, el viejo Estado no fue ni siquiera destruido. Se anuló prácticamente por sí solo, incapaz de satisfacer las reivindicaciones más elementales de la población: la paz, tierra para tod@s. Puesto que diversas razones -derrota de la revolución en Europa, proyecto absolutista de l@s bolcheviques, debilidad del proletariado, ingenuidad y represión contra l@s insurrect@s (los fusilamientos de anarquistas y la masacre de Kronstadt por ejemplo) -impidieron el abatimiento del Estado, la nueva organización soviética comenzó a administrar Rusia en nombre del "socialismo", mientras la explotación cambiaba simplemente de color, tiñéndose de rojo.

En España, la insurrección puso en jaque a l@s franquistas. Pero, aunque eran dueños de la situación, no tod@s l@s insurrect@s atacaron al Estado republicano. Al contrario, se colocaron bajo su dirección para combatir a Franco: la revolución se dispersó en la guerra civil. Un hilo directo conecta la sumisión al Estado republicano con la capitulación de los elementos más avanzados. L@s proletari@s no podían sino ser derrotados en una guerra cuya función principal para los más era la constitución de un Estado legítimo que tuviese mejor capacidad para integrarl@s. ¿Las colectivizaciones? Al fin dirigieron, no sin un cierto entusiasmo revolucionario, lo que quedaba del capitalismo. L@s trabajador@s tomaron para bien y para mal el puesto de los patronos: sus tendencias comunitarias encallaron en el campo de la veleidad. Bajo estas condiciones -y con la ayuda de los esbirrada roja -el Estado republicano los pudo eliminar sin muchas dificultades.

Tanto en Rusia como en España, la represión contra l@s oprimid@s fue conducida por el viejo y el nuevo poder. Los movimientos ruso y español han demostrado como no se puede hacer la revolución sin destrucción del Estado, tanto del viejo como del nuevo que quiere sustituirlo.

Para el hombre/mujer moderno un mundo sin Estado es inconcebible. Much@s revolucionari@s, incluso ell@s criaturas de este mundo, aceptan esta inexorable verdad con resignación, considerando el Estado como una especie de enfermedad de la que somos tod@s víctimas, un mal genético que nos ha sido transmitido y del cual no es posible librarse.

Como por una macabra broma del destino, el Estado se ha transformado en parte integrante de nosotr@s, corre por nuestra sangre, nos oprime, nos hace sufrir, nos angustia, nos impide vivir una vida serena llena de placeres. Y todo esto sin que nos sintamos capaces de hacer nada. Podemos maldecirlo, insultarlo, odiarlo, pero no combatirlo, porque acabaremos por hacernos daño a nosotr@s mism@s. Como el/la paralític@ que, a base de tiempo, termina por convivir con la propia enfermedad, hasta el punto de no pensar ya en ella, l@s revolucionari@s han aprendido a convivir con el Estado hasta no pensar ya en él.

Es por esto que se ha vuelto posible conducir las batallas sociales evitando con sumo cuidado atacar al Estado. Como el/la paralític@ que, ya resignado a su propia inmovilidad, se preocupa por un resfriado.

A pesar de su presunta intangibilidad, todas las estructuras sociales, económicas, políticas del Estado así como sus técnicas modernas son saboteables por parte de un movimiento antiestatal decidido a serlo. Es decir decidido a no enmascarar su resignación tras la excusa de la enfermedad

La cuestión de la destrucción del Estado es central para la revolución y por tanto también para su teoría presente. Esta cuestión ha sido y continúa siendo reveladora de las distintas posiciones respecto a la revolución. Es a propósito del Estado que se trazó y se continuará trazando una línea de demarcación. Hoy como ayer.

El anarquismo tiene el mérito de haber sostenido la exigencia de la destrucción del Estado, pero a menudo la incapacidad de afrontar con su propia crítica y sus propios medios el recorrido a llevar a cabo, le ha llevado a resultar estéril.

Casi totalmente desaparecido de la vida social del país, el movimiento anarquista ha hecho de su supervivencia su razón de ser. Sepultada cualquier aspiración revolucionaria, hoy much@s anarquistas se contentan con la especulación, con la descripción más o menos detallada de la propia concepción de una sociedad liberada que ha de venir, con construir ahora relaciones no jerárquicas. Es el propagarse y el triunfo de la cultura, el nuevo fetiche a adorar, nuevo instrumento con el cual "incidir en lo social". A la subversión de lo existente se prefiere la subversión de la cultura. Así, aduciendo una genérica y tranquilizadora evolución intelectual -más o menos radical ‑necesaria antes de llevar acabo cualquier tentativa de revuelta (cuando no ella misma la única forma de revuelta), est@s anarquistas, est@s libertari@s, se liberan si no del Estado sí al menos del engorro de afrontar el problema de los intentos insurreccionales. Triste necesidad, la de la revolución, que no puede ser hecha en los libros, al ser sin duda un asunto "autoritario", un acto con el cual una parte de la población impone su voluntad a la otra, con la violencia.

La revolución social no es el enfrentamiento entre dos ejércitos, como ocurre en un conflicto bélico, donde uno defiende el viejo mundo y otro anuncia la llegada del nuevo. Razonar de este modo es reducirla a un problema militar: a lo sumo a una guerra popular. Concebir la destrucción de Estado como lucha armada contra la policía y las fuerzas militares, significa considerar todo con un método policíaco, y confundir el aspecto particular con el general. La guerra social no es una guerra clásica, sino el desmantelamiento de todos los aspectos de la vida. Combatir al Estado violentamente con las armas es por tanto un particular aspecto de un mucho más vasto proceso revolucionario. Ya que el uso de la violencia nos ayudará a desembarazarnos de nuestras cadenas, uno de los problemas esenciales de la revolución es el armamento. La violencia revolucionaria, contrariamente a la violencia política, nace para satisfacer necesidades y deseos del/a individu@ y es en sí misma una relación social, modificando los seres y sus realizaciones. Su difusión es, más que una aspiración, una condición esencial.

Otra existencia humana se anuncia ya en la violencia revolucionaria, ello porque ésta última no concierne a los profesionales y no es una especialización. Los últimos pistoleros, contando sólo con sus propias fuerzas, no pueden más que realzarse en una conciencia guevarista‑leninista: la violencia no basta para separar a l@s revolucionari@s de l@s sostenedor@s de los partidos del orden, como ha demostrado la experiencia lucharmadista. Los "frentes" y todo el jaleo logístico del que tantos fieles de la pistola han ido charlando, constituyen ante todo el traslado de hombres/mujeres y mercancías a un espacio político cuyo premio en juego es el control del territorio o la toma del poder.

El objetivo de la revolución no es fundar una estructura social, un sistema de autoridad democrática preferible a la dictatorial, un organismo "justo" en lugar de un Estado "equivocado", sino liquidar definitivamente toda forma estatal, bajo cualquier apariencia o denominación que se presente.

El Estado, que vive de la incapacidad de los hombres/mujeres y de los grupos para organizar una actividad en la cual se transformen ellos mismos, comienza a fallar tiros apenas se ataca su función de mediador. Pero su desaparición no es automática. No ocurrirá poco a poco, gracias a una progresiva evolución. Uno de los objetivos de l@s revolucionari@s será exponer claramente la cuestión del Estado, presentando desde el principio la medidas que tiendan a destruir su fuerza y a crear una situación de no retorno.

En efecto, está excluido luchar contra el Estado queriendo antes de nada destruir su poder y sólo a continuación transformar la sociedad, o viceversa. El estado no cederá nunca. Este fabuloso órgano de represión desencadenará de todas las maneras posibles sus propios medios, directos e indirectos, contra una revolución.

Esto demuestra de nuevo que no se da por un lado el problema de "vivir diferentemente" y por otro "la cuestión del Estado". Esto demuestra también toda la imbecilidad de las chácharas pseudo filosóficas sobre presuntas "superaciones" o "deslegitimaciones" del Estado.

La dificultad que comporta una perspectiva propia que hay que pensar y practicar, la aparente invencibilidad del Estado, las "crueldades" de una revolución, el calorcito del hogar, han convencido a much@s a declarar difunto el proyecto revolucionario, apoyando todas las esperanzas para la construcción de la anarquía en la actuación de una desarrollada y universal democratización.

Otr@s están recorriendo el camino opuesto. Dándose cuenta de que "el sol del porvenir" no brilla como antaño, han decidido que la anarquía o la revolución han sido superadas por la realidad de las cosas y es por la democracia, por supuesto directa y todo lo abigarrada que se pueda, que vale la pena combatir. También hay quien, percatándose de que el Estado ha penetrado hasta el inconsciente de l@s individu@s, deducen brillantemente que no vale ya la pena combatirlo, "porque después de todo no serviría de nada".

Pero fuera de la conflictividad permanente, de la enemistad constante hacia las instituciones y sus sostenedores, fuera de la subversión de lo existente, está solo el embarazo de elegir cómo aceptarlo, cómo soportarlo. Es la realización de nuestros deseos y de nuestros sueños -no desde luego la fidelidad a una ideología- lo que continúa exigiendo la destrucción violenta del Estado. Esta revolución no será por sí sola la solución a la miseria que nos aflige, pero dará seguro una posibilidad para salir de ella.

La posibilidad de un cambio auténtico está en el movimiento de destrucción capaz de generar nuevas relaciones, está en la superación de los movimientos sociales actuales. La transformación es ante todo actividad y juego de ruptura. El desmantelamiento de la sociedad deberá advenir a todos los niveles, a partir de los deseos más golosos de los individuos que ninguna fuerza política podría nunca prometer satisfacer, porque ello no se corresponde a su orden de ideas ni posibilidades.

El estado no tienes ya sitio para individu@s que han elegido la glotonería como modo de vida, que tienen urgencia en satisfacer los propios deseos clavando los dientes en la pulpa de la existencia humana.

"En una palabra, el enamorado de la vida quiere gozarla plenamente ...no podría definir lo que es la felicidad, pero incluso el refractario que no se adapta al ambiente busca satisfacciones... pero me diréis que esta lucha [por un mejor mañana] está llena de obstáculos, que los cardos del camino son muchos. No obstante, si os gustan ardientemente las rosas fragantes, rojas como la sangre que os corre generosa por las venas, y para cogerlas, a fin de ofrecerlas al ser más amado, debierais atravesar un barrizal o un espinoso boscaje ‑ estoy segura de que superaríais estos obstáculos y, llegando a la meta, enfangados, ensangrentados y extenuados, asomará una sonrisa triunfal, de inmensa satisfacción, sobre vuestros labios.

No concibo que seáis individuos que vivan la vida de modo burocrático. Se estancan, vegetan y mueren...

Yo opino que la revolución es necesario hacerla y no esperarla. He aquí por qué cualquier acto contra el Estado y contra los demás pilares del actual régimen es necesario y por tanto plausible...

El sentido de la vida en toda su plenitud, en el ambiente en el que vivimos, forma esta corriente de acción que hace temblar a los esbirros del orden constituido. "

(Josefina A Scarfó, alias de Severino Di Giovanni)

Notas

1) Andreoti: uno de los jefes de la Democracia Cristiana desde los años 40, un gran hombre de Estado (NdT).

2) Craxi: jefe del Partido Socialista, fue durante los años 80 presidente del Consejo de Ministros, hoy refugiado en Túnez por el escándalo de Manos Limpias, que de hecho ha supuesto una cierta regeneración de poderes políticos a través de la acción judicial. (NdT).

3) Occheto: Secretario General del Partido Democrático de la Izquierda, ex PCI.

4) Cossuta: Secretario General de Refundación Comunista, Ex PCI.

5) Di Pietro: cabeza visible de Manos Limpias, fiscal. Luego metido a política.

6) Pasa cerca: sin ni siquiera rozarla. (NdT).

7) SISDE: CESID italiano.

8) Nuevas organizaciones sindicales italianas surgidas en los 90. (NdT).

Este texto fue publicado en Madrid, en febrero de 1999.